Después de Silvio, Amaury, Pablo y otros exponentes de la canción cubana, sin dudas Buena fe ofrece una obra que trasciende en dos siglos y sostenido en la preferencia de varias generaciones de cubanos dentro y fuera de Cuba.

Sus obras forman parte del pentagrama musical cubano más contemporáneo y evocan lo tradicional de Sindo en la forma de hacer y decir de la vieja trova, aunque rompieron esquemas, incluso en el nombre del Dúo (incluso, acompañados por otros músicos de la agrupación).

Por supuesto, que no tuvieron que pedir permiso (Déjame entrar -2001-, disco más vendido) desde que surgieron en Guantánamo, en 1999, y pudieron entrar en los escenarios capitalinos con esa fuerza de los textos. Canciones que llevan a la reflexión de temas sociales como una demostración de la calidad impuesta por Israel Rojas, compositor y voz líder, junto a Yoel Martínez, también compositor, guitarra acústica y segunda voz. Tal vez, uno de los mejores guitarristas y arreglistas cubanos.

Solo en 2008, reunieron a más de 300 000 personas en un concierto y en 2018, superan la cifra, de quienes acudieron para respirar en vivo lo que expresaban en sus archiconocidas interpretaciones.

Lo que sucede en España, donde las presiones de grupos facistoides, nos llevan a pensar en la metástasis del odio que se observa entre quienes rompen discos de artistas cubanos y queman poster y amenazan con la muerte en Miami.

Buena fe, no requiere de contrapunteo. Disfruto de su canción Gorriones… como de otras. Pienso en Luis Eduardo Aute y su advertencia, en la propia España, con una canción más que me estremeció aquella tarde en el teatro Karl Marx, cuando después Silvio, anunciara su invitación a que permaneciera un tiempo en Cuba. Un gesto de solidaridad sin límites, una canción que nos dice –en la forma más bella- el peligro del regreso del fascismo.

“Si te dijera, amor mío/ Que temo a la madrugada/ No sé qué estrellas son éstas/ Que hieren como amenazas. /Ni sé qué sangra la luna/ Al filo de su guadaña. / Presiento que tras la noche/ Vendrá la noche más larga (…)/ Miles de buitres callados/ Van extendiendo sus alas…”