Esa mística agrupación de elevada técnica, inspirada e inspiradora, que mantiene un “afilado” repertorio con muestras evidentes de una asentada experiencia y de muy bien logradas coreografías, en su mayoría rastreadoras de nuestras más hondas tradiciones. El Conjunto Folklórico Nacional (CFN), ha nutrido sus filas constantemente de inmensos valores que han dejado una amplia estela, y diestros jóvenes que enriquecen y continúan la historia. Ellos son el alma y corazón de la agrupación que es orgullo de nuestra cultura, porque han puesto vida y tesón para alcanzar, por los diversos caminos de la danza, los mejores
resultados y las más acendradas contribuciones.

Con una fuerza interpretativa descollante, un magnetismo escénico de alto calibre y esa magia escénica que siempre los distingue ocuparon la sala Avellaneda del Teatro Nacional de Cuba el pasado fin de semana para seguir celebrando el aniversario 60 de la agrupación, que fuera fundada el 7 de mayo de 1962 por Rogelio Martínez Furé y el coreógrafo mexicano Rodolfo Reyes.

Precisamente el domingo, la escena cobró un brillo especial, en una Gala de despedida, pues, su director desde 2004, el coreógrafo y bailarín Manolo Micler (Premio Nacional de Danza, 2017) llegaba al momento de su jubilación, luego de tantas décadas dejando lo mejor de sí en la emblemática compañía.

Diversas instituciones entregaron reconocimientos al Maestro, y dos agrupaciones: el Ballet Español de Cuba, que dirige Eduardo Veitía, y la Compañía Danza Teatro Villa San Cristóbal, liderada por Rafael Pérez Gil, le rindieron homenaje en las tablas, con las obras Mediterráneo, y La procesión de Odua, respectivamente, como símbolo de unión de las raíces de nuestra identidad cubana.

Dos estrenos, firmados por Micler llenaron la primera parte del espectáculo: Ogún Oshaniwe e Iyalode. La primera está dedicada a Ogún, el orisha del monte y del hierro, quien con su Adó impone la guerra. A través de una danza llena de exigencias y con el virtuosismo que los ha caracterizado en el tiempo, un grupo de jóvenes que marcan los pasos de la insigne agrupación llenaron el espacio con una danza de altos quilates,
en esa coreografía plena de fuerza, donde se observa la vena creativa de quien ha dejado profundas
huellas en el CFN, y donde ofreció también la medida de las potencialidades de expresión artística que ellos poseen para reinar sobre la escena con algo más allá del canto y la danza por sí mismos.

Algo presente también en la distinguida obra Iyalode. En la tradición Lucumí de Cuba –reza en el programa- se le rinde culto a Oshún, manantial de aguas dulces, dueña de los ríos, el amor y el coral. Todo ello lo traduce el creador en un baile mágico que atrapa al espectador, en esas danzas dedicadas a la Patrona de Cuba (Virgen de la Caridad) donde resalta la feminidad, la belleza de los movimientos, el ritmo/profesionalismo que le impregnan las intérpretes (esta vez el conjunto femenino), a lo que se suman, el colorido/belleza de los diseños de vestuario del maestro Alfredo González Planas, el diseño de luces de Adrián Reyes, y, por supuesto, esos cantantes y músicos de la compañía que son, también, con grandeza
sonora, alma de las puestas.

Y cerró la tarde la hermosa pieza Comparsa de negros curros, en un éxtasis de baile, acción, sumando la riqueza de diseños multicolores /música, en esa obra ya emblemática de Rodolfo Reyes y libreto de Martínez
Furé, los fundadores de este sueño convertido en realidad. “Ese conjunto que asombra y hace enmudecer, y que con su fuerza revela el genio original de un pueblo, donde el ritmo es innato, y donde el erotismo no ha tomado ni debe nada a la literatura, pues, pertenece a las cualidades elementales y genuinas de una raza bien dotada”, como expresó en sus páginas el periódico France Soir (París) en ocasión de una de sus tantas presentaciones en la Ciudad Luz.

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