Alberto Yoel García, de niño, no soñó con la actuación. Prefería jugar fútbol, descalzo en la Ciudad Deportiva, estudiar Matemática y correr con sus amigos por las calles de Santos Suárez, en el municipio capitalino de Diez de Octubre.

Durante su adolescencia, surgieron en él inquietudes musicales. A los 19 años de edad estudió guitarra y canto, en la escuela de música de Guanabacoa. Motivado por su padre, Capitán de la Marina, cursó la carrera de Ingeniería Naval, que nunca ejerció, pues su amor por el arte era más fuerte.

“Comencé en el teatro por casualidad. Un amigo me contó sobre las clases del grupo Olga Alonso en la Casa de Cultura de Plaza de la Revolución. Fui por embullo, me senté en el aula como espectador y el profesor Humberto Rodríguez me dijo: Tienes que hacer una improvisación, o actúas o te vas. Acepté, subí al escenario y representé una escena de silencio orgánico, en la cual tenía que transmitir emociones mediante movimientos. Al terminar, el público me aplaudió y pensé: Me gusta hacerlo, creo que sirvo para esto”.

Luego de asistir a varios ensayos, entró al grupo y seis meses después, respondiendo a su deseo de trabajar como actor, se presentó a las pruebas de la compañía teatral Juegaespacio. Allí actuó tres años con el director Pepe Santos, practicando en escena el llamado teatro extracotidiano. Con la presentación de su segunda obra profesional, Severa Vigilancia, viajó a Brasil por cuatro meses.

A los 20 años, integró el Teatro Latinoamericano de Estocolmo, en Suecia. En ese país europeo, trabajó además, en la construcción y fregando platos en un restaurante. Regresó a Cuba y se graduó con el grupo Olga Alonso. Posteriormente, formó parte del Teatro El Público de Carlos Díaz y compartió escena con destacados actores como Roberto Perdomo y Osvaldo Doimeadiós.

-¿Tus padres te apoyaron en tu decisión de ser actor?

-No, para nada. Ellos esperaban que yo aportara dinero a la casa y el arte al principio es como un juego de dados. Imagínate que yo ganaba 128 pesos cubanos al mes. Cuando le dije a mi mamá cuál era mi salario, me respondió: Ponte a fregar platos otra vez. Mis padres nunca creyeron en mí.

“Protagonicé Habana Blues en el año 2005, una película complicada con escenas de desnudos y sexo, que ganó premios internacionales como el de Mejor Banda Sonora en los Goya, pero para ellos nada de eso era suficiente. Resultó muy difícil salir adelante porque en realidad no me apoyaron.

-¿Cuál fue tu primera experiencia en un escenario?

-La primera obra que hice fue Deyanira, una tragedia griega, que se presentó en la Sala Covarrubias del Teatro Nacional. Siempre la primera vez provoca tensión, pero la experiencia fue impresionante. Entré al teatro una semana antes para ensayar en el espacio y tuve la certeza de que estaba en el lugar correcto. Pude percibir cómo la obra venía para encima de mí, fue un cúmulo de emociones muy fuertes”.

Mientras actuaba en la obra La loca de Chaillot, de Jean Giraudoux, con el Teatro El Público, se presentó al casting de la película Habana Blues, del director Benito Zambrano.

“Este filme cambió mi vida en lo económico y en cuanto al reconocimiento como actor. Estaba disfrutando de la farándula, que a esa edad, para mí, significaba ilusión y fiestas. Me sentía flotando todo el tiempo, andaba el día entero con un pan con pasta y un guarapo en el estómago y era feliz, pero la parte financiera no era buena porque estaba empezando. El pago de Habana Blues fue mucho dinero, contaba con una producción de seis millones de euros. Me pagaban desde los ensayos hasta las pruebas de vestuario.

“Mi realidad cambió también por los viajes. La distribución de la película estuvo a cargo de la compañía multinacional Warner Bros y los protagonistas, Yailene Sierra, Roberto Sanmartín y yo, fuimos a la promoción. Un día estábamos en Madrid, al otro en Roma, y luego en Berlín. Así recorrimos casi toda Europa. Estuvimos en Asia, Latinoamérica y en el Festival de Cannes. En el teatro Gran Vía de Madrid, en España, nos recibieron con una alfombra roja, la prensa a los lados y el cine repleto. En ese momento, comencé a experimentar la fama”.

En España, grabó un disco de pop-rock con Sony BMG. Trabajó en Colombia en la serie humorística Quién manda a quién, y vivió en Inglaterra durante casi diez años: “Cuando me cansé de todo ese frío viré para Cuba de nuevo”, afirmó entre risas.

-En el cine y la televisión has sido Ruy en Habana Blues, Víctor en Cuando el amor no alcanza, y Camilo en Tan lejos y tan cerca. En la vida real, ¿a cuál de estos personajes te pareces más?

-Todos parten de mí y a la vez no tienen mucho que ver conmigo.

-¿Por qué?

-Yo los adapto y les pongo características mías; pero son evidentes las diferencias entre mi vida y la historia de los personajes, principalmente por la profesión de cada uno. Ruy, en Habana Blues, era un músico con dos hijos y guarda similitud conmigo en el tema de migración, porque a mí nunca me ha interesado irme de Cuba.

“Víctor era albañil y no me gusta la albañilería. Intenté hacer algunas labores mientras me preparaba para interpretarlo, pero era muy difícil.

“Camilo, el papel que interpreté en la telenovela Tan lejos y tan cerca, es enfermero, un trabajo complicado para el cual es necesario tener mucha vocación. No me daba cuenta de cuán intensa era la enfermería hasta que llegó a mí este personaje. Aprendí a inyectar, a hacer curas y durante las grabaciones de los capítulos tenía la ayuda de una especialista que me asesoraba en cada escena para representar correctamente los procedimientos. Fue interesante y aprendí mucho durante el proceso.

- ¿La locución ocupa un papel importante en tu carrera…?

-Así es. Mi trabajo en el Canal Habana surgió a partir de la novela Cuando el amor no alcanza. Al escuchar la propuesta de trabajar como conductor en el espacio Coordenadas, acepté sin dudarlo. Yo dije: Esto va a ser sencillo, sentarme en el estudio, leerlo en el teleprompter y se acabó. Nunca antes había presentado en la televisión. Llegué al set, me entregaron el guion. Era tan extenso, que pensé que debía aprendérmelo para la próxima semana, cuando me dijo la directora: No, esto es para ahora mismo.

“Al comienzo fue una experiencia bonita y difícil, pero ahora lo hago en cinco minutos. Con ese equipo de grabación, también hice el programa Habana 500 en el 2019. Fue maravilloso ver la reconstrucción de mi ciudad”.

-Ahora te diré unas palabras. Respóndeme con una frase, ¿qué significa cada una para ti?

-¿Familia?

-Complicado.

-¿Amigos?

-No existen.

-¿Tu hijo Enzo?

-Lo máximo. Tengo una relación horrible con su madre. Cuando terminamos no me permitió verlo más. Sabe que el niño es mi punto débil. Yo voy a Inglaterra a visitarlo cuando puedo y él está encantado el tiempo que pasa conmigo, pero me duele mucho la distancia. Tengo la esperanza de que crezca y todo cambie”.

-¿Teatro?

-Sacrificio.

-¿Cine?

-Felicidad.

-¿Televisión?

-Resistencia.

-¿Público?

-Falsedad

-¿Cuba?

-Lo más grande.

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