No se puede hablar de muerte cuando se nombra a Fina García Marruz, la poeta, la mujer imprescindible de las letras cubanas. Ni siquiera cuando su partida física este día de junio, señala el final de la vida que irrumpió en La Habana, un 28 de abril de 1923.
Nadie mejor que Cintio Vitier, para confirmar la perpetuidad de su existencia. Cuando en su primer poemario describió a Fina. "La vi en la multitud/ rugiendo paz, bramando alegría, /pero no era ella: / era la multitud amándola/. La vi en el juicio/ aniquilando a un débil, a un indomeñable, pero no era ella: / eran los jueces usándola/. La vi en la soledad/ inundando de conciencia a lo inconsciente, / pero no era ella: / era sólo la hermosura de sus ojos".
Lo confirma en A ti, leo mis poemas. "A ti leo mis poemas/ para que nazcan realmente./ Su rostro de palabras/ en el tuyo de amor se me dibuja/ por la primera vez,/ y así amparado/ que duele menos la pobreza/ que el cariño ilumina./ Emula de la dama absorta de Vermeer,/ tú fijas en el fiel de la balanza el peso/ de la esencia fugitiva, que se me escapa siempre./ La salvación o perdición de cada línea/ está pendiente de tus ojos, aptos/ para probar la poesía como el fuego/ para probar espadas./ Tú dices, musa/ de mi pasión y de mi lucidez,/ la última palabra, la que falta,/ igual que el beso de oro de la madre,/ para que surja el hijo y yo lo acepte."
Fina, la mujer que le acompañó junto al grupo de poetas de la revista Orígenes (1944-1956), creada por José Lezama Lima, responde:
"Sé el que eres, que es ser el que tú eras, / al ayer, no al mañana, el tiempo insiste, / sé sabiendo que cuando nada seas/ de ti se ha de quedar lo que quisiste". En el poema La máscara se vuelve contundente, pero no se entristece ni entristece a sus lectores: "Soy vieja ya, he tenido varios rostros/ he tomado como míos estos miembros/ que no escogí, sencillamente obedezco/ sencillamente acepto como uno que va a dormirse. / En la playa comíamos ostiones con las otras/ muchachas. / Las otras se bañaban, pero yo prefería quedarme/ junto a las altas rocas mirando el mar. Me miran/ sin soñar que tengo un nombre y un cuerpo, / veo en sus ojos una definición un tanto rápida/ soy una vieja parecida a todas las viejas, / como ellas todo el mundo acepta que me voy a/ morir. / A las puertas de lo terrible, tan sólo yo espero/ a la desesperanza. Cuando alguien me llamaba/ yo sabía que veía otro rostro que era mi alma. / Yo tuve otro rostro que es mi alma. / Pero ahora mi vida se hunde en mí como los/ impenetrables crepúsculos".
La poetisa, ensayista, investigadora y crítica literaria cubana atesora una obra invaluable e imprescindible en antologías hispanas.
Insigne martiana, igual que su compañero de vida, el inolvidable intelectual Cintio Vitier, nos deja un legado de lectura necesario entre sus múltiples premios ganados, entre los cuales destacan el Nacional de Literatura, en 1990, el Pablo Neruda en 2007 y el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana en 2011.
Así la recordaremos, junto a su amado Cintio, luz de cubanísima esencia, eterna como los versos que acodaron en sus poemarios, tanta vida y esperanza.