Mi mamá siempre recuerda como yo coleccionaba cada afiche e imagen luego de los encuentros y talleres de dibujo de Cecilio Avilés a los que me llevaba de niño. Sus personajes inspiraron el gusto por las artes visuales, la fijación por coleccionar caricaturas y así dotar de dimensiones y colores aquella etapa infantil.
Para quienes crecimos compartiendo las notables aventuras de Cecilín y Coti, o siguiendo las peripecias y rebeldía mulata contada en Marabú, es imposible no sentir que el pecho se encoge ante la partida del creador de tantas fantasías. En su obra encontré una figura que me representara como niño cubano mestizo, en Cecilín vi el adolescente que quería ser.
Cada uno de sus personajes llenó de alegría e ilusión a varias generaciones mientas aprendimos interesantes lecciones. Su arte ha viajado por el mundo mostrando desde el cine la belleza y profundidad de la animación con su innegable estilo cubanísimo. Con su libro Vamos a dibujar llevó a cada rincón de la Isla la enseñanza de las artes visuales además de su intenso quehacer con el proyecto comunitario Imagen 3 y sus enseñanzas como periodista gráfico desde el espacio televisivo Buenos días.
No supo Cecilio Avilés cuánto influyó en aquel niño que deseaba dibujar como él y que aún conserva las ansias de contar historias desde el universo de las imágenes. Por eso y miles de otras razones se hace eterno en cada semilla que sembró con sus ideas, personajes y palabras de amor por la caricatura.
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