A diario desde las redes sociales recibimos diversas informaciones, opiniones que muchas veces nos alientan a saltar del asiento y correr e implicarnos en asuntos de importancia. Recientemente me sucedió al leer varias reacciones positivas ante un comentario racista condenando a una actriz negra por encarnar la
piel de Bernarda Alba.

Nunca pensé encontrar palabras tan desacertadas en Cuba, así fue que emprendí mi camino al Coliseo de las cien puertas donde me esperaba armada con su fortaleza la versión de la compañía clau, bajo la dirección de Carlos Aguilar. La semana anterior en el mismo Teatro Martí la Compañía Flamenca Ecos había estrenado una adaptación dancística del clásico.

La obra, que tantas veces he podido apreciar desde montajes estudiantiles para las pruebas de actuación o monumentales presentaciones en salas de prestigio a lo largo de la Isla, es siempre un reto para cualquier agrupación teatral. En esta ocasión, las actrices parecieran ser movidas por hilos invisibles que
dominan cada uno de sus pasos como marionetas inertes.

Desde la personal mirada del director, las tablas fungieron como pasarela a una historia que dialoga sobre poder, clases sociales y se acomoda a cualquier época viajando desde su natal España al más inimaginable rincón. Un elenco encabezado por Mayra Mazorra en su visión de la Poncia y Yordanka Ariosa como Bernarda, ambas interpretaciones dominadas por el histrionismo y la veracidad.

El director rescata del olvido al personaje de la criada, muchas veces relegado, dándole preponderancia como contrapartida. Los sonidos y la música desempeñan un rol protagónico en la puesta. Así la
banda sonora dialoga con los espectadores con una vivacidad única, narrando los deseos, sensaciones y pesares más profundos de esas mujeres. Entre canciones, ruidos y más se compone el entorno para magnificar el universo que encierra esta casa.

Esta versión de La Casa de Bernarda Alba volverá próximamente, esta vez, en el Centro Cultural Bertolt Brecht para probar su versatilidad en un espacio más íntimo. Quedó demostrado que la potencia y credibilidad de un rol se encuentran en la esencia de su intérprete. Así destruyó el estigma con su impecable marca la actriz Yordanka Ariosa, quien regresó a las tablas cubanas para regalar su magia a una excepcional Bernarda negra.

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