Camino al Teatro Nacional, transité con euforia porque iba al encuentro de una de las artes más
pegajosas y beneficiosas para la autoestima y las ganas de vivir. Pensaba en José Martí por esa frase
suya de que “el color tiene límites, la palabra: labios, la música: cielo”. Precisamente había hecho “cita” con algo trascendente para lo cual se requiere de gran talento y poder de abstracción, cualidades que bien conjugadas transforman lo escuchado en placer íntimo, casi indescriptible.
Pero, ¡ay!, cuánta vergüenza ajena sentí ante una sala Avellaneda a medio llenar y no por la COVID-19. Apegado a las normas sanitarias establecidas, el teatro abrió sus puertas de forma puntual, aunque el público comenzó a llegar a las nueve de la noche, horario en que se suponía ya hubiera arrancado el espectáculo. Mi desasosiego era enorme, y si bien asistió público, en la platea quedaron filas completas vacías y la luneta no se completó ni con 30 personas.
Se trató de un gran concierto en el marco de la edición 37 del Jazz Plaza 2022, que culminó el pasado 23 de
enero. Ray Lema, músico congoleño, y el francés Laurent de Wilde hicieron un mano a mano al piano
como para llorar de admiración, y en la segunda mitad del concierto, la cubana Joven Jazz Band del Maestro Joaquín Betancourt demostró nuevamente por qué a Cuba se le precia por fusionar sonoridades y ritmos. Realmente alcancé el firmamento.
No éramos todos los que debimos y, sin embargo, la generosidad del arte y el virtuosismo nos arrancó apasionados aplausos como de “nubes” o “estrellas” que en cierta medida suplió las faltas. En labor reporteril averigüé que las entradas a cada una de las funciones costaron 40 cup, así que concluí que el dinero no debe haber sido el obstáculo para los vacíos. ¿Y si fuera la frecuencia entre semana del evento ya que la mayoría del pueblo debe cumplir una jornada laboral? ¿Y si fuera que para llegar al Teatro Nacional no existe una adecuada conexión de transporte?
Los eventos internacionales de semejante envergadura ameritan mejor cuidado en su concepción pensando en los detalles posibles: ¿Por qué no hacerlo de viernes a domingo de manera intensiva? ¿Por qué no
aprovechar experiencias anteriores de utilizar los cines Acapulco y Yara situados en puntos de acceso expedito? Ni el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos ni el Ministerio de Cultura se opondrían. ¡Con tanto que hace la Revolución por el arte y los artistas, es justo que el cielo de Martí sea multiplicado para todos en esta tierra que se sueña más culta.
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Periodista Para una persona que se jubiló antes del ordenamiento, $40.00 son una cifra significativa y si a eso se añade, lo señalado por usted, de lo difícil que es acceder al Teatro Nacional, ahí tiene porque estaba la sala medio vacia
Una verdadera pena lo que cuenta y lo que además puede ver con mis ojos porque también estaba en el teatro. No sé con quien habrá ido al teatro o si no tuvo que pagar si la entrada