Laureado con el Premio Nicolás Guillén de Poesía 2019 y publicado por la editorial Letras Cubanas, el texto Macerar, de Alberto Peraza Ceballos, se presentó recientemente en el espacio del Sábado del Libro virtual.
El libro, que contó con la edición del poeta Leymen Pérez y la imagen de cubierta El alfiletero, de Pedro Pablo Oliva, fue presentado por los escritores Caridad Atencio y Alberto Marrero, quienes tuvieron a bien, además, redactar unas palabras para esta edición.
Al decir de Atencio, este texto, caracterizado por la prosa poética, posee una magia y encanto a través de perfiles desgarradores. Se vislumbra en él “un sello distintivo que lo vincula a la más honda plena y desesperada confesión, a un exorcismo a causa de un desarraigo, donde el espíritu y el alma se desnuda con la calma que puede dar el tiempo transcurrido […]; es una confesión quemante, dolorosa, pero nunca obvia que puede llegar a sostener el tono, la forma del diario y muestra un insoslayable instinto telúrico, un fuerte apego a la tierra.
Este poemario es una declaración de intenciones hacia la crónica con acentos de confesión, en la cual también se percibe el país y una generación con sus problemas y costumbres del día a día, y carencias materiales. “Asistimos a la autoafirmación dolorosa de quien, desde una identidad distinta, perdió el paraíso de la casa de la infancia, que es como perder la infancia, donde encontramos siempre las pugnas que hacen y deshacen a la vez del mundo y se pregunta cuánto hay en nuestras almas de las que nos trajeron acá y nos concibieron a medio camino entre sus sacrificios, hazañas y desgracia, porque ve la escasa distancia que existe entre un héroe y una víctima; la condición efímera de la vida aquí se expresa con el verbo macerar”.

Por otro lado, Marrero se atreve a hacer una suerte de itinerario al texto en el que primero el autor “narra” mediante su poesía “el desconcierto de no entender por qué lo excluyen, lo apartan, lo singularizan y la tristeza que esta situación le provoca cuando todavía no está en edad de razonar los prejuicios de los mayores, así como el perpetuo sentimiento de culpa que lo lacera; a continuación el miedo al castigo, el deseo de agradar al padre que considera al hijo una maldición, un enfermo sin cura, una piedra en el zapato, un dolor incesante; luego, el refugio en la madre celeste y protectora, en contraste con el padre plomizo que no entiende o no quiere entender por causa de la vergüenza pública y los malditos tabúes […]; más tarde, las primeras rebeliones y fugas, el deseo de morir a veces, el sueño de volar alto, en libertad; al final, la comprensión de los otros, la autoestima recobrada, la tolerancia de quien eres y por qué, cierta plenitud conquistada y el perdón al padre, ya en su lecho de muerte, que es descrito por el poeta con genial parquedad”.
El amor, la muerte, la fidelidad, el egoísmo y otras paradojas existenciales están presentes en la obra, al decir de su presentador, mostradas desde una perspectiva filosófica nada maniquea de la realidad, a través de imágenes poderosas con una enorme sensibilidad humana, el buen gusto por la palabra y la construcción precisa.
La premiación a Macerar y las palabras de sus presentadores lo convierten en un inevitable referente de la mejor poesía escrita en estos tiempos convulsos. Su existencia en el panorama de las letras cubanas enriquece, sin duda, nuestra literatura.
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