De "irremediablemente esperanzador" podría catalogarse el empeño del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC) durante el presente año, de echar a andar múltiples proyectos audiovisuales que prometen conectar otra vez a las audiencias de la Isla con el universo de la imagen en movimiento.
En un 2021 marcado en el mundo por la anemia productiva, el cierre o uso limitado de las salas de cine y el circuito de festivales, unido al lastre que la COVID-19 impone a una modalidad demandante de ingentes recursos, tal acción deviene definitivamente plausible.
Según se desprende de una reciente entrevista concedida para el Portal Cubacine por el director Gerardo Chijona, autor de ese clásico de los 90 del pasado siglo nombrado Adorables Mentiras, su nueva entrega (Oscuros amores) despunta como una de las más sobresalientes. Llegará avalada por devenir, aun sin proponérselo, en el trabajo póstumo de dos de los más altos exponentes de la tradición fílmica del ICAIC, ambos Premios Nacionales de Cine: el realizador Juan Carlos Tabío (con una breve participación como actor dentro del filme) y Raúl Pérez Ureta, quien fungiese como el director de fotografía de cabecera para Chijona por varias décadas.
Ya sea vitoreado o sacudido por la crítica a partir de sus particulares aproximacionesa la realidad cubana -que a veces operan sobre estereotipos en el dibujo de circunstancias, psicologías y grupos- al también autor de Un paraíso paraíso bajo las estrellas, nadie puede negarle, no obstante, su empeño por reformular la comedia nacional desde postulados más originales y una búsqueda de mayor amplitud en su retrato de "lo social". Tampoco su prolija filmografía y siempre estrepitoso éxito en taquilla debieran pasar por alto, como atestiguan los mencionados títulos y otros a la altura de Boleto al Paraíso, Esther en alguna parte, o más cercana en el tiempo, Los buenos demonios.
En Oscuros Amores confluyen algunas de las ya probadas y efectivas líneas discursivas de Chijona. Tres historias amorosas que se cruzan en el escueto escenario de una sola noche habanera, resultan el detonante de esta farsa con tintes de humor negro, cuya concreción ha sido definida por su director como "agotadora" dado su corto presupuesto, el carácter nocturno de cerca del 80% de los llamados a filmación, las casi 37 locaciones y sus escasas semanas de rodaje.
Alejandro Gil, a su vez, se lanza al ruedo con el éxito aún fresco de su filme-alegato Inocencia, levantando dos proyectos ambiciosos en los géneros documental y ficción. El primero de ellos trata de mostrar el rostro más íntimo de 16 hombres y mujeres enfrascados en el desarrollo de nuestros candidatos vacunales para combatir la pandemia. Entrevistas realizadas en locaciones habaneras con un discurso danzario paralelo, orquestado por la bailarina y coreógrafa Litz Alfonso, intentan mostrar la indiscutible heroicidad de estos científicos en un plano aún más terreno y cercano al espectador.
A la vez Gil da sus últimos toques a AM-PM, película que coproducida con el Fondo de Fomento del Cine Cubano, no sólo despunta por distanciarse mares de su trabajo precedente y centrarse en problemáticas de mayor intimismo en torno a la pareja contemporánea y sus intensos viajes emocionales, sino que coloca a su lado para la escritura a auténticos pesos pesados como su colaborador en Inocencia -el afanoso Amílcar Salatti- y al escritor, periodista y guionista cubano Senel Paz (Fresa y Chocolate).
Junto a la ya abordada por Tribuna nueva apuesta de Fernando Pérez -y otras que de seguro se irán sumando- a la institución cultural algo parece quedarle claro: a mal tiempo... buena cara.
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