Foto: Captura de pantalla

Terminó la segunda temporada de la serie Rompiendo el silencio, atravesando altibajos dramáticos, historias memorables y otras no tanto, pero reservando para su último capítulo una entrega de lujo, bajo la dirección del binomio formado por Legna Pérez Cruzata y Rolando Chiong, quienes sin duda desataron una tormenta de criterios y reflexión sobre temáticas necesarias tanto como urgentes.

La violencia de género tomó la pantalla por las entrañas desvistiéndose de ataduras morales y facilismos en su camino a la verdad, sin abusar en sensacionalismo y efectismo.

Cada martes una nueva puerta, corazones espinados que sangran desde las interpretaciones de los actores. Así sucedió en esta última entrega, un capítulo desgarrador y necesario. No pocos comentaron en las redes sociales sus puntos de vista; unos horrorizados e incrédulos, otros empáticos y movidos. Incluso el intérprete del gran personaje antagónico, el actor Luis Alberto García, expresó: “Lastimosamente, caso real. Él, ya no existe. Ella, presa. ¿La niña? ¿Y el Rottweiler? También cierto...

Cabe apuntar el magnífico trabajo del equipo durante un proceso de creación que dio su fruto. Exponencial la investigación, las precisas y milimétricas caracterizaciones que apuntalaron los detalles psicológicos de los roles. La exquisita dirección de actores que cuidó cada estado y premisa.

Pocas veces tenemos la oportunidad de vivir y sentir con intensidad de un producto televisivo que en su factura incluya un mensaje profundo y la calidad necesaria para entretener. Ojalá llegue una tercera temporada con historias que por desgracia aún abundan en nuestra sociedad.

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