Como los homenajes auténticos que nacen desde los terrenos más recónditos de la subjetividad popular, apareció el colorido mural, sin anuncio y de súbito, un día cualquiera de los tantos grises y aletargados por la actual pandemia, en las afueras de una sala cinematográfica en la comunidad costera de Cojímar.

A dicho territorio llegó el actor Salvador Wood (1928-2019), el siglo pasado, en busca de algún ambiente saludable que mitigara el asma de su hijo Patricio, y como colofón de un periplo que lo arrastró de su natal Santiago de Cuba hasta la capital habanera, en pos de mejores horizontes laborales.

A partir de ese instante se trenzarían indisolublemente los vínculos entre el histrión, el séptimo arte cubano y el pueblecito marino donde permaneció hasta su partida física.

Así lo entendieron "Los aventureros de Cojímar", autores de la obra y grupo de creación empeñado en salvaguardar el patrimonio de su comunidad, a la cual han revitalizado al invadir espacios diversos, desde los más concurridos hasta los más silenciosos. Las paredes desnudas del área del malecón local, la plazoleta del centro histórico consagrada a otro de sus ídolos, el escritor Ernest Hemingway, y hasta las ruinas cercanas al mar, usualmente agredidas por eventos climatológicos adversos, han constituido el lienzo para sus acciones plásticas, siempre autorizadas por los órganos de gobierno de la zona.

Gracias a su voluntad, el trayecto vital de Wood se amplifica ahora a golpe de pinceles sobre la fachada de la institución, en la cual se amalgaman, a modo de collage, aquellos signos identitarios del ya mítico artista: la imagen del Juanchín que inmortalizó en la cinta de Tomás Gutiérrez Alea "La muerte de un burócrata", el torreón emblemático de Cojímar, el micrófono y la cámara cinematográfica que hacen su ascendencia profesional y una de sus últimas instantáneas rozando los 91 años. Al fondo del conjunto, las montañas de su provincia de cuna; al centro aquella mano icónica recortada del cartel de Alfredo Rostgaard para la película de marras. Solo que en aquel, el índice señalaba a una cruz como referencia inequívoca de la muerte. En el presente mural la alusión a la parca se trueca astutamente por la palabra "CONSTANCIA": un estandarte que sus admiradores y vecinos le atribuyen a aquel Wood siempre accesible, modesto pese a la estatura de su talento; creativamente indetenible aun entrado en años, no en balde condecorado hacia las postrimerías de su recorrido vital con la medalla de Héroe del Trabajo de la República de Cuba y el Premio Nacional de Televisión por la obra de la vida.

La fórmula no ha fallado a través de los tiempos: una figura paradigmática, un pueblo devoto de sus símbolos imperecederos, el caudal artístico indómito de una comunidad y un muro vacío.

El tributo y el agradecimiento no podían hacerse esperar.

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