Esta semana comenzó en la frecuencia de Cubavisión la segunda temporada de la teleserie Rompiendo el silencio, causando diversas opiniones entre la población. Muchos esperamos por el avanzado horario de transmisión y por la revista que le antecede, Miradas sin excusas, otros fueron quedando en el camino. La violencia aviva su fuego voraz, ante el contexto actual, donde las circunstancias de aislamiento social, el estrés causado por la COVID-19 y la compleja situación económica atraviesan nuestro país.

Historias cómo la de Aurora, violentada por su hermano física y psicológicamente, tienen brecha en nuestras calles y casas, mientras se toque con tibieza dichos temas de suma seriedad. Rompiendo el silencio por el momento no se va por las ramas, con delicadeza y cuidado lleva a nuestras pantallas conflictos a los que debemos abrir el diálogo. El dúo de realizadores, protagonizado por Legna Pérez Cruzata y Rolando Chiong, vierte la experiencia y el oficio con la visión y frescura en tanto no vierte excesos de melodrama. Con sobriedad nos presentó en su primer capítulo caracterizaciones orgánicas y un guion verosímil que atrapó con toques de suspenso.

Foto: Tomada del facebook de Cubavisión

Quizá se excede en cautela con su tardío horario y algunas miradas con demasiadas excusas, pues dichos temas en pleno 2021 necesitan además de voces expertas una actitud de frontalidad y cercanía, alejándonos del tono sobreprotector y la palabra que infantiliza a la audiencia. La violencia acecha en redes sociales, esquinas, paredes, bajo cada techo donde permitamos que la figura de la mujer siga como objeto. Incluso en nuestra sociedad donde las garantías de equidad tienen un marco amplio para florecer, hasta que el acoso se disfrace de galantería, la presión de sobreprotección, y todo tipo de violencia se deslice bajo el velo de las masculinidades tóxicas, el real cambio continuará encontrando tabúes.

Rompiendo el silencio es acompañada por foros online, entrevistas por red y la televisión, pero tal vez necesita la participación en primera fila de actantes sociales, personas comunes con criterio y pies en la carretera, gente que contagie de vocabulario inclusivo y práctico. Seguiremos a la espera de próximas entregas, sabiendo sobre el camino por recorrer y clara la sincera intención. Ahora, sí se necesitan otros espacios donde empoderar a quienes, para escuchar y ver su historia, aún les toca vencer al cansancio y a la retórica.

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