Recibir la aprobación del público sobre escenarios cubanos resulta una indiscutible plataforma de promoción y fuerte impacto mediático entre los músicos y cantantes de ritmos cubanos. No es la primera vez que en el mundo relacionado con la música escuchar la afirmación de una frase: "Para saber si eres bueno, debes bailar (tocar) en la casa del trompo". Y es indiscutible la relación entre los creadores de la música cubana y los bailadores, incluso quienes la escuchan.

Recuerdo, por ejemplo, cuando Biser Hristor Kirov, cantante de Pop, productor y diplomático búlgaro, hizo un ciclo de interpretaciones al más puro estilo del Benny Moré, por los años ochenta, en el Cabaret Tropicana. Incluso compartiendo escenario con Luis Gardey y Moncho.

Posteriormente, vino el reconocido Óscar De León, quien reconoció públicamente, cuánto le aportaba en su carrera profesional ese intercambio directo con un público conocedor de ritmos que viajan en el ADN del pentagrama de una Isla, que resulta Génesis de muchos de los géneros más influyentes a nivel internacional.

Foto: Cubadebate

Estas citas ratifican el prestigio de agrupaciones emblemáticas como la Orquesta Aragón, los Van Van, Irakere, entre otros, sin dejar a un lado la fuerza interpretativa de artistas como Omara Portuondo, Beatriz Márquez, Osdalgia, por citar algunas así como el estelar Chucho Valdés, en las referencias del Jazz cubano con jóvenes exponentes de brillante carrera, bajo la égida del Bobby Carcacés.

Este solo es el esbozo de un tema que compartiré con los lectores de Tribuna de La Habana, en una necesaria secuencia crítica, acerca de los valores de la música cubana, la formación artística desde el nivel elemental, con un alto costo de recursos dispuestos por el Estado, a pesar del bloqueo impuesto y sostenido por diferentes administraciones del gobierno de los Estados Unidos, que incluye una fuerte campaña difamatoria y de confrontación política, en este sector donde la Cultura es baluarte.