Cuando se va acercando cada año, el quinto mes, comienzan a revolotear las memorias dentro de Maria Eugenia Barrios. Es como si regresara siempre, en la primavera, ese perfume del tiempo aderezado con la nostalgia, alegría, y la primera vez que sintió el latir escénico acompañado de esas ovaciones que nunca han cesado, y, por sobre todas las cosas, el amor del pueblo y de aquellas personas que la reconocen, como valor indiscutible del arte lírico cubano. Porque es una de sus principales voces.

Hoy, se tutearán nuevamente las memorias en sus adentros, y tocarán a su puerta aquellos primeros pasos del largo camino iniciado con su graduación de Maestra Normalista el 31 de mayo de 1959, cantando la salida de Cecilia Valdés con la Banda Nacional de Conciertos, bajo la batuta del insigne maestro Gonzalo Roig.

Un punto de partida glorioso para una jovencita, de 18 años, que amaba el canto lirico al ver y oír por televisión y la radio a toda una pléyade de destacados cantantes de la época, que “nunca dejaron de ser difundidos constantemente, cosa que no sucede hoy día. En el Anfiteatro de la Escuela Normal para Maestros de La Habana, con un vestido de vuelos que mi mama alquiló en una casa de disfraces. Ante aquellos profesores de la banda, y con la presencia del maestro Roig y el público que colmó el anfiteatro, me sentí en el Metropolitan o en la Scala…, tal era mi emoción”,  comentó con los ojos empañados de recuerdos.

En la distancia del tiempo María Eugenia Barrios mira atrás y rescata instantes. “He cantado piezas de diferentes estilos: óperas, operetas, zarzuelas españolas, zarzuelas cubanas. No sabría decir de preferidas, fáciles o de difíciles de realizar e interpretar escénicamente. He tenido el privilegio de cantar los tres títulos fundamentales de Giacomo Puccini: Madame Butterfly, La Boheme y Tosca. Cualquiera de ellos es para mí un recuerdo de adoración. De Giuseppe Verdi, La Traviata e Il Trovatore. Les dedico la misma frase anterior, adorables para mí. De Leoncaballo, Los Payasos. La Caballería Rusticana de Mascagni, en fin”. (Un silencio sonoro recorre el ambiente, se sumerge como retrocediendo en el tiempo, y vuelve a salir a la realidad).

“Mi debut en Madame Butterfly fue algo indeleblemente hermoso en mi vida vocal. La japonesita me dio a conocer al público, ese que me acogió con generosidad y devoción inmensas. Nunca pensé que interpretando La Traviata iba a recibir tantos elogios y tan largas ovaciones”. “Cuánto disfruté la Leonora (Il Trovatore), la Georgetta (Il Tabarro), la Susanna (Il segreto di Susanna), Mimí, Tosca; qué decir de La Viuda Alegre, Adriana (Los Gavilanes), Ascensión (La del Manojo de Rosa), la Matilde (La Esclava), en fin, tantos y tantos personajes, difíciles todos, hermosos e inolvidables para siempre”.

El tiempo ha pasado, y este año, a diferencia de otros, no cantará en una sala de teatro para sus admiradores y todos los que la aman, por estar inmersos en  una pandemia que ha removido los cimientos de la Tierra. Pero, como nunca deja de trabajar, ha aprovechado este tiempo para iluminar con su voz los nuevos medios tecnológicos, y dentro de ellos las redes sociales, con canciones cubanas de inmensos autores como Sindo Garay, Ernesto Lecuona, Rodrigo Prats, Olga y Hubert de Blanck… y arias de óperas de Puccini, Verdi, Catalani… que “son ineludibles en mis presentaciones, y de esta forma continúo con todos ustedes dando mi ánimo y mi vida. Siento la necesidad de entregar lo que como don me fue otorgado, y además, la inmensa responsabilidad de responder ante el público que espera todo de mí y de la mejor manera posible”.

Cuánto queda aún por decir de esta mujer, que desafiando los años canta y nos hace vibrar de emoción con sus notas cálidas, virtuosas, salidas de lo más profundo del alma, la misma que en sus comienzos descubrió/profetizó el maestro Gonzalo Roig cuando sentenció: “María Eugenia será una gran cantante, porque en ella vive esplendorosamente una artista natural y un gran temperamento apasionado por su arte”.