Seductora como pocas, la voz literaria del Cuentero llama a repasar una y otra vez sus páginas, donde encontrarse con lo cubano a veces es fiesta y otras, desafío reflexivo. Sin embargo, cuando se ha decidido referirse a él, a Onelio, como hombre de letras y sobre cuánto heredó al panorama intelectual nacional, es intimidante saberse deudora de tanto relato y de tanto mundo compactado en los laberintos de su prosa. Da casi miedo, entonces, arrojarse sobre su memoria con elogios manidos pues, qué más decir sobre la grandeza de su legado, luego de que muchos –igual de grandes– le hayan denominado como posiblemente el mejor escritor de cuentos nacido en esta tierra mágica, donde en cada esquina es posible toparse con cualquier “listo”, presto a entretener a los suyos alrededor con historias inusitadas, maravillosas de reales…
“Una vez hubo un hombre por Mantua
o por Sibanicú, que le nombraban Juan Candela
y que era de pico fino para contar cosas”.
El cuentero, 1944
Onelio Jorge Cardoso nació el 11 de mayo de 1914 en Calabazar de Sagua y murió en La Habana el día 29 del mismo mes, en 1986. Precisado por la precariedad de su familia, no continuó estudios después del bachillerato y se fue a hacer disímiles oficios, entre ellos vendedor ambulante, maestro y otros propicios para conocer de cerca las realidades luego plasmadas en su narrativa, la cual desde joven asomó orejas, pero no se hizo pública hasta la década del 40 al ganar varios concursos y la publicación de Taita, diga usted cómo (1945), su primer libro, en México.
Luego vinieron otros volúmenes, y en sus decires, se descubrió resumido un país entero: El cuentero (1958), El caballo de coral (1960), La otra muerte del gato (1964), Iba caminando (1966), Abrir y cerrar los ojos (1969), Caballito blanco (1974), La cabeza en la almohada (1983), y Dos ranas y una flor (1987). En todos es posible encontrar la denominada por Jaime Sarusky como la voz incompartible de Onelio Jorge, en un texto publicado en Granma el 14 de octubre de 1969, donde escribe: “Caminante incansable, la fuente del lenguaje le viene a Onelio del campo y el campesino cubano. Pero la cosa no para ahí. Se sacude el polvo de los trillos andados y su palabra tiene el brillo de la comunicación personal, suya. No es mimetismo ni folklore sino su propio aliento e imaginación los que encienden la voz única de Onelio. (…) No en balde rompe con esa tradición de campesinos estereotipados de nuestra literatura y crea personajes”.
(…) porque cuando un hombre coge un derrotero
y va echando cuerpo en el camino
ya no puede volverse atrás.
El caballo de coral, 1959
Ciertamente, su quehacer cuentista alberga la riqueza cultural e idiomática, conservada quizás aún, de los campos de Cuba, ahí donde los efectos de la globalización se sienten menos y es posible encontrar vestigios de pureza real, no protegida o potenciada por designación, sino la más auténtica de todas, la que pervive en los imaginarios colectivos y resguarda nuestra verdadera raíz. Este autor fue capaz de profundizar en los conflictos, dolores y tragedias (increíblemente coloridas) de la vida rural previa al triunfo revolucionario y supo trazar con palabras las siluetas más fieles del paisaje campesino. Sobre ello, afirma Eliseo Diego, en el No. 3 de la revista Unión de 1970: “Por la época en que Cardoso escribió sus primeros cuentos no creo que hubiese la perspectiva necesaria para apreciar la distancia entre su punto de vista y el usual en nuestra literatura de tierra colorada. Había, por supuesto, una coincidencia, y era la denuncia o puesta al desnudo del horror rampante; pero aún entonces debió ser evidente que la de Onelio Jorge llegaba más lejos que las otras, dolía más, importaba el doble”.
Uno quisiera gritar entonces,
pegarle a un cuerpo, sentir el golpe
de uno con la mano o con el hacha porque
la rabia nunca se calma con estrujar
veinte bichos contra la frente
Los carboneros, 1945
En 1948 se instala en la capital, donde trabaja como redactor de noticiero en la emisora Mil Diez y escribe, además, libretos comerciales. Luego del triunfo de la Revolución, en 1959, dirigió el Instituto de Derechos Musicales, fue jefe de reportajes especiales en el periódico Granma y jefe de redacción en Revolución y Cultura y Pionero. Escribió varios guiones de documentales para el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos y para la Sección Fílmica del Ejército Rebelde. Desde 1961, perteneció al ejecutivo de la Sección de Literatura de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac), la cual dirigiera hasta su fallecimiento, tras regresar de Perú, donde se desempeñó a partir de1976 como Consejero Cultural de nuestra embajada.
Recuerda Agustín Pi cómo, a finales de una tarde de lecturas en la Uneac y tras preguntas de los concurrentes, Onelio afirmó: “La Revolución es la suprema incitación para colmar de sentido, servicio y significación nuestro trabajo. Compartir los esfuerzos de la Revolución es para el escritor verdadero el además que significa el deber de expresarla, no de escamotearla con el facilismo, la apología y las imposturas que dicta, omnipresente, la comodidad”.
Y también reseña el silencioso miembro del grupo Orígenes que el Cuentero reconoció: “Los hombres naturales, los campesinos, los pecadores, no los textos, son mis fuentes más caras: no es difícil de ver en lo que hago, creo. Pero, ya en este rumbo, lo más importante, a mi entender, es la inclinación por el destino del hombre y pretender aportar lo mejor de uno a que ese destino fulgure de puro cumplimiento auténtico en la veracidad y la hermandad entre los hombres. Eso es lo que trato de hacer”.
Maravilloso artículo, el estilo de hacer periodismo de esta muchachita es increíble, su toque personal complementado con los temas que escoge para escribir (siempre trascendentes e interesantes) le dan mucho prestigio al periódico y provoca una sensación de espera solo atenuada por la lectura del siguiente artículo. Enhorabuena Tribuna de La Habana por este fichaje estelar.