Treinta minutos, no más, le había concedido Fidel al pintor Oswaldo Guayasamín para que le realizara un retrato. Pero el plazo pactado se dilató y transcurrieron entonces dos horas en un espacio del Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos, ubicado en la calle 17 del Vedado capitalino, que Celia Sánchez gestionó para desarrollar el encuentro. Era el 6 de mayo de 1961.

Los cronistas de la época cuentan que la sesión fue matizada por la incontrolable sed de conocimientos del joven líder, quien preguntaba al ya relativamente célebre pintor ecuatoriano sobre la procedencia de los óleos o la calidad de los pinceles y muchos detalles geográficos, históricos, culturales y hasta políticos de ese país al centro del mundo.

Sobre aquel día, habría de recordar Fidel, en la inauguración de La Capilla del Hombre en Quito, el 29 de noviembre de 2002: “Muy al principio de la Revolución Cubana, cuando en medio de agitados días un hombre de rostro indígena, tenaz e inquieto, ya conocido y admirado por muchos de nuestros intelectuales, quiso hacerme un retrato. Por primera vez me vi sometido a la torturante tarea. Tenía que estar de pie y quieto, tal como me indicara. No sabía si duraría una hora o un siglo (…) Nunca vi a alguien moverse a tal velocidad, mezclar pinturas que venían en tubos de aluminio como pastas de dientes, revolver (…) y volver sus ojos sobre el asombrado objeto viviente de su febril actividad”.

El hoy desafortunadamente extraviado retrato, donde según el propio autor expresara había logrado plasmar el ímpetu guerrillero e insurgente de Fidel en plena juventud, fue obsequiado al modelo en la Embajada de Ecuador en la Isla, en una celebración que contó con la presencia de varios intelectuales, entre ellos Nicolás Guillén y Raúl Roa. Testimonio del momento lo ofrece una fotografía resguardada por los archivos de la revista Bohemia.

Sobre sí mismo plasmado en lienzo, dijo Fidel alguna vez: “No era yo, era lo que él deseaba que fuera, tal como quería verme. Una mezcla de Quijote con rasgos de personajes famosos de las guerras independentistas de Bolívar”. Aliana Martínez, quien fungiera como directora de la Casa Guayasamín, dijo en entrevista a La Jiribilla en 2016, “En el primer retrato (…) podemos ver un Fidel vigoroso, o sea, al barbudo que era en el año 61, con toda su expresividad (…) se puede notar la excelencia de la pincelada, la firmeza del trazo…”

Guayasamín quería retratar a Fidel cada cinco años, pero solo tres cuadros más pudieron concretarse: 1981, 1986 y 1996, cuando Fidel cumplió 70 años y donde por primera vez incluyó sus expresivas manos.

Oswaldo Guayasamín nació en Quito en 1919 y murió en la ciudad de Baltimore, EE. UU. en 1999. Recibió el título de Pintor y Escultor en 1941 de la Escuela de Bellas Artes de Quito y en 1973 fue nombrado vicepresidente, y luego presidente, de la Casa de la Cultura de la capital ecuatoriana.  En 1974 recibió la Condecoración del gobierno de Francia, que por primera vez se concedió a un artista latinoamericano. En 1981, la Cámara de Representantes del Ecuador reconoció la obra y la trascendencia del artista mediante la creación de la Fundación Guayasamín, patrimonio cultural del país, a la que el pintor donó sus obras y colecciones de arte.

“De Guayasamín se puede hablar como excepcional artista de gran humanismo, hombre infinitamente generoso; como amigo, entrañable", expresó Fidel durante su intervención en la Cumbre Iberoamericana de La Habana que nombró a  este artista como Pintor de Iberoamérica por la trascendencia de su arte, su defensa de los derechos humanos y de la solidaridad social.