“No queremos cortar las alas a los poetas, sino que nos hemos habituado a contar sus innumerables pulsaciones, a calcular su fuerza ilimitada, a gobernar su libertad ingobernable. Cántelo todo el bardo, si cuanto canta es digno de sus versos. (…).”

José Martí

Si bien los extremos suelen resultar temibles, también los paños tibios o términos medios nos llevan muchas veces al irremediable tedio. La Televisión Cubana, no es un secreto, pasó de ser pionera en Latinoamérica y gran parte del mundo, a sólo tener comparación consigo misma en términos de calidad, muchas veces reprochable. Puesto que ya es demasiado tarde para recuperar el tiempo perdido nos queda mirar hacia adelante y construir sobre los intereses de quienes realmente importan: los televidentes. Cabe repensar una y otra vez la visualidad y estética de muchos programas y espacios en horarios estelares e incluso musicales o de participación.

El año 2020 está aquí y todavía padecemos de presentaciones con estilo de power point (incluso con transmisión en HD), la utilización de tipografías en desuso, sin sentido de espectacularidad, apego a una visualidad de los horarios y poéticas. ¿Cuándo podremos disfrutar en nuestras pequeñas pantallas de presentadores y anfitriones histriónicos, con la cultura suficiente de conocer sobre las agrupaciones artísticas que presentan más allá de un texto aprendido, que puedan debatir en vivo sobre géneros, temas sociales en profundidad, dejando a un lado el carisma fácil y simple?

Una industria que se sostiene sobre pilares de futilidad, disfrazada sobriedad, pereza investigativa y poca profundidad, carente de respeto a temas sensibles, etc., poco tiene para entablar una relación dialógica con sus audiencias.

Es necesario enfocar esfuerzos en contar historias verosímiles, de actualidad, incluir temáticas de interés y necesidad donde se refleje la sociedad cubana de nuestros días. Un rostro sincero y voz catártica dice más que una imagen curatorial y conservadora. Hacer televisión hoy en Cuba es un reto inmenso, pero si continuamos defendiendo algunos de los muchos tabúes, esquemas vetustos, y maneras arcaicas de pensar, sí le damos la condición de arte ante el oficio de artesanía; quizá entonces lleguemos a lo recóndito del alma humana.