Sin temor de parecerse a quien busca retratar el Arte, se lanza impetuoso sobre las subjetividades. Cargada de notas surrealistas y simbólica poesía llega un filme que se apega firmemente a dicho axioma. No pretende sacar sollozos ni causar revuelos, sí desentrañar el espíritu de un artista pródigo de las letras cubanas muchas veces preterido en la historia. Nada quedó al azar. Esta vez la propuesta del cineasta Jorge Luis Sánchez, alcanzó el cenit de lo artístico en el largometraje Buscando a Casal, que se exhibió en las salas del circuito 23, entre las obras de concurso de la edición 41 del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano.
En una entrevista realizada por Tribuna de La Habana, usted explicó que no va a festivales con el propósito de ganar un premio. Volvemos a este concepto con esta nueva obra. Entonces decía: “A veces he estado tentado a escribir sobre esto: los cineastas cubanos vamos como rehenes de los festivales. No sé cómo entender hacer películas para concurso”.
—Lo reitero. Nuestra condición de país latinoamericano nos convoca a estos eventos. La crítica está esperando el por qué no estamos en Berlín, Cannes, Venecia… No digo toda la crítica, sino la visión del mundo intelectual que acompaña a las producciones cinematográficas. No hago películas ni para festivales ni para la crítica. Las hago para comunicarme con personas a las cuales puedo transmitir un mensaje.
Volvemos a una interrogante que, en Buscando a Casal, establece un puente mágico entre el espectador y la puesta en escena. ¿Cómo logra la convergencia de acuerdo al guion técnico?
—En aquella ocasión respondí lo que sostengo: que todo esté parejo, desde el guion, la fotografía, luces, actuaciones… Francamente es la zona de misterio en mi estilo de dirección. Puedo prever lo que pudiera pasar…, pero de ahí a lo filmado, a lo editado, hay una distancia de aquí a la Luna. Eso sí, soy el primer actor de todos los personajes, hablo como ellos, pienso, actúo. De manera que puedo mantener ese ritmo cuando escribo el guion”.
En este filme que ha dejado impactado desde la primera puesta a decenas de espectadores, logra colocar su objetivo al proponernos desde esa atmósfera poética, la entrada de un objeto anacrónico: una cámara que vigila y establece una perspectiva que no se aleja del personaje, pero también deja claro que estamos viendo cine.
—Mi película no puede suplir la lectura de los hechos que ocurrieron. Puede ser un incentivo. Cuando filmé el documental sobre Julián del Casal -lamentablemente el único que no he podido recuperar de mis trabajos-, recuerdo haberme propuesto impactar a los espectadores. Era la aproximación a la vida de un poeta bastante desconocido, maltratado. Cuando se rescate a Casal vamos a ser mejores personas. Aceptar a Casal es aceptar la diferencia. Se tiene conocimiento de un poema que le escribió a Maceo y este le correspondió con una fotografía suya dedicada al poeta.
“Insisto, no hablo de Zenea (Juan Clemente), de Plácido (Diego Gabriel de la Concepción Valdés) …, sino del considerado diferente, el raro, el artificioso. Hace unos años, un cineasta venezolano me preguntó cómo podía adquirir los libros de ese bardo e incluso, por entonces, la casa de la cultura del municipio de La Habana Vieja me pidió exhibir ese documental en el cine Cervantes (inmenso) para 15 espectadores. Al terminar la proyección una auxiliar de limpieza confesó: ‘No sé nada de arte, pero ¿cómo puedo leerme los poemas de Casal?’
“Ese fue mi propósito: que no agotara a Casal, sino proponerles que fueran a buscar su obra. Es lo que pretendo con esta película. Ese es el trabajo, en mi criterio, del cineasta. El mundo es una casa cada vez más audiovisual.
Usted dedicó la primera proyección de la cinta como un homenaje a Maceo, precisamente el 7 de diciembre, día de la caída del Titán de Bronce.
—Quería un actor joven para encarnar a Maceo. Se logró ese momento clímax, en el cual se conocen, él y Casal.
Muchas personas afirman que es una de las películas ganadoras de esta edición.
—Reitero lo expresado cuando Tribuna de La Habana me entrevistó con la cinta Cuba Libre. Si gana algo en un festival qué bueno, pero no puede ser mi agonía. Mi agonía es con la creación, como decía Julio García Espinosa.

Ocho años para un reencuentro
Blanca Rosa Blanco, es una actriz capaz de mostrar las fibras de un personaje como si fuera real. Esta vez, enfrentó un reto que la hizo llorar al terminar la puesta en la sala Chaplin, del Circuito 23.
“Es algo que nos rebasa. No sé cómo explicarlo. Estoy muy emocionada. Casi no puedo articular palabras. Ha sido un largo proceso de muchos años esperando, una película que va más allá de todo lo que imaginamos e hicimos. El final demasiado profundo. Hay que entender la sensibilidad exigida para contar esta historia, de todos sus personajes. Construir la película sobre Casal.
“Yo vengo con Jorge Luis, desde hace ocho años, estudiándome la vida de Casal, creo que valió la pena en todos los sentidos y, a la vez, resulta una gran motivación para que la gente pueda alcanzar la grandeza de este hombre, tanto los que lo conocen como aquellos a los cuales les mostramos este filme para aprender sobre la vida de un hombre místico, pero muy terrenal y enraizado a la historia de Cuba”.
¿Cómo define la dirección de Jorge Luis Sánchez?
—Es como la escuela de donde hay que beber. Es un director capaz de encontrar lo que la gente a lo mejor no sabe: lo que está pasando por nuestras mentes, todos esos fantasmas que tienen los artistas... Es un regalo. Muy intenso y está todo. En cada momento requirió de mucho esfuerzo.