Concluyó la 18 edición del Festival de Teatro de La Habana, fiesta que cada año reúne a teatristas y amantes de las tablas en derredor a lo más novedoso del arte escénico nacional y foráneo. Esta vez la cita tomó como lema la frase “Concepto, técnica y diseño” y fue dedicada a homenajear a Vicente Revuelta.

Cerró sus telones con la puesta en escena de la ópera La clemencia de Tito, bajo la dirección general del pianista Ulises Hernández y la conducción escénica del maestro Carlos Díaz, con adaptación del dramaturgo Norge Espinosa Mendoza junto a la coreografía del bailarín Norge Cedeño que a su vez  abrió las jornadas del V Festival Mozart-Habana, reverenciando a La Habana por sus cinco siglos de existencia.

La cita capitalina, aunque no contagió totalmente del esperado espíritu de diálogo y arraigada vibra teatral, sí despuntó con propuestas de alto nivel como la reposición de Las amargas lágrimas de Petra Von Kant por Teatro El Público o el estreno de Oficio de Isla bajo la dirección de Osvaldo Doimeadiós. Jóvenes y veteranos de la escena se fusionaron en ambas obras atrayendo a críticos, actores, estudiantes de la ENA y del ISA, sedientos de alma festivalera.

En el plano internacional vale mencionar la esperada puesta de El círculo de tiza caucasiano por el Berliner ensemble y Carmina Burana, un espectáculo del Circo Nacional de Venezuela en colaboración con artistas del patio que se presentó en la Carpa Trompoloco.

Quizá faltó naturalidad y plática en un encuentro que acostumbra arrastrar masas e influencias más allá de números y estadísticas. Hablo de retroalimentación en las redes sociales, espacios de discusión fuera del marco teórico, tomar las calles de La Habana en la víspera de sus 500 años y devolverle un poco de todo el teatro que ella nos ha dado. Valdría revisar los resortes organizativos hacia las necesidades dialógicas, éticas y estéticas del mundo y el teatro como su repositorio emocional y reflexivo.

No veamos la experiencia como negativa, el 18 Festival de Teatro de La Habana tuvo y tiene sus logros desde lo académico, la acentuación de conceptos y roles pero faltó esa chispa de espectacularidad y brillo que suele permanecer en la memoria pasados los días.