El arte es, sin duda, una operación misteriosa que cruza piel adentro del Creador, como ráfagas que llegan del tiempo, de la experiencia de lo vivido, y se mezclan con ingredientes “internos”, para salir transformado en otra realidad construida con lo mejor del ser humano, donde no faltan sentimientos, memorias, anhelos, esperanzas, ideales, y, por sobre todas las cosas, los sueños, componente fundamental en esta cosecha de emociones materializadas en la obra artística.

Tan vasta como esas creaciones que se siembran en el paisaje del hombre desde el comienzo de la vida, es la mente humana, que, al final, resulta la tierra fértil donde nace esta ecuación creadora que adorna, enriquece e interactúa cotidianamente con todos en el espacio vital. Algo que, indudablemente, nos hace mejores, nos ayuda a vivir, pensar y reflexionar, cualidad propia de los seres humanos que nos distinguen en el reino animal (desgraciadamente, no a todos los que vivimos en la Tierra).

Esa capacidad creativa, que poseen ciertas personas tocadas con ese Don divino, nace con algunos de nosotros… Por eso, no importa la edad, pues ella surge en el instante preciso cuando se dan dentro las condiciones que la hacen florecer. Una muy joven creadora, Pilar de la Caridad Pérez Medina, alumna del segundo año de la Academia Nacional de Bellas Artes San Alejandro, en la especialidad de grabado, nos lo demuestra desde su misma entrada en la magna escuela cubana, que es parte intrínseca de nuestra nacionalidad, con sus casi 202 años de existencia.

El pasado año, en ocasión de la 13era. Bienal de La Habana, regaló una de las piezas emblemáticas de la exposición La nube, que se mostró en la importante cita de la plástica internacional. Se trataba de la pieza Alzheimer que, cual potente imán, atrajo las miradas de los espectadores desde el primer momento.

Foto: Toni Piñera

Sobre un pequeño baúl –repleto de historias personales y recuerdos- se erguía la foto de su abuela materna, y en uno de sus ojos sobresalía un lente por donde el público podía acercarse a instantes vividos por ella en su larga existencia. Fotos de diversas etapas hasta que al final las diapositivas se quedaban en blanco… La enfermedad le había arrebatado de pronto las memorias, no había pasado, ni presente… El futuro yacía entonces en su nieta, la pequeña artista que estaba ahí, cual descendencia para recordar por ella, por todos los de la familia y seguir la historia. Ahora, desde ese terreno mágico, incierto, extraño, hermoso y perdurable que llamamos arte (del bueno).

La sensibilidad y capacidad creativa de la estudiante nos hacía reflexionar y voltear la mirada sobre los pasadizos de esta cruel enfermedad que ronda por encima de todos… el Alzheimer, esa que borra los recuerdos, la vida, el tiempo, pero que fructifica en el arte para seguir latiendo aun con nosotros en esta dimensión. Solución mágica y salvadora que llega de nuevo de la mano de la joven Pilar en otra pieza que deslumbra las retinas y sigue el camino de los vericuetos de la mente humana, terreno infinito y desconocido por el Hombre, aun en este siglo XXI.

El arte viene de nuevo a decirnos algo y poder recordar, en conjunto, todos, hombro con hombro en esta cruzada de la vida. Se trata de la singular pieza Ariadna y Teseo –creada en vidrio-, y en la cual vuelve a demostrarnos la capacidad para inmiscuirse por los adentros humanos y rescatar espacios, y vida y memorias… En esta ocasión emerge en ella la figura de una destacada siquiatra infanto-juvenil, Elsa Gutiérrez, fundadora de la Clínica del Adolescente, hoy Centro de Salud Mental (en Playa), quien dedicó su vida/obra a investigar esta extraña tierra de la mente humana en los más pequeños. Es un laberinto transparente (de vidrio) basado en la historia de Ariadna y Teseo, y retomando el mito de la Antigua Grecia del laberinto eterno, ella conduce –igual que Ariadna- a Teseo de la mano para encontrar el ansiado Minotauro.

En la pieza, la muy joven creadora despierta la imaginación del espectador con esta idea, en la cual está muy arraigado su talento nato, y la capacidad para hallar soluciones estéticas de alto vuelo, uniendo la metáfora del antiguo mito con estos terrenos de la mente humana en el Arte.

El laberinto deviene un espacio intrincado en lo profundo donde se mueven los conflictos que generan los problemas de salud mental. Y en esta transparencia in vitro, que nos entrega como homenaje a una gran investigadora vibran el Arte y la Ciencia unidos en esta cruzada en la cual la doctora Elsa Gutiérrez vivirá eternamente en el lugar donde fructificó su empeño humanístico.