¿Puede una moneda tener más de dos caras? ¿Cómo escapa una per-sona a la inmensa avalancha social que desprende una acción? ¿Somos o no culpables cuando nos perdemos entre la regla y un acto descuidado? Repleto de interrogantes, juicios y la agobian-te sensación con la que golpea el calor me alejé de la Sala Ar-gos Teatro.

Un vacío recorría mi garganta mientras revisaba mis nociones de filosofía, historia y sentido común para escapar de la pasmosa incertidumbre que me causó la puesta El principio de Arquímedes.

El principio de Arquímedes es el colofón del evento Espacio ITI dedicado al dramaturgo y director, autor de la obra. Josep María Miró que impartió en La Habana el taller Disparadores y artefac-tos teatrales a 15 participantes de varias provincias del país. Dicho texto ha sido además aclamado en Europa y es el primero del autor en representarse en la Isla.

Escrita por el dramaturgo catalán Josep María Miró y dirigida por Abel González Melo, continúa incluso hoy levantando sospe-chas en cada esquina, persiguiendo a quien besó y a los que lan-zaron la piedra. La obra apuesta por una estructura fragmentada sin renunciar a la poética del realismo con que las tablas de Argos Teatro se visten.

Los actores habitan los sucesos quebrando la cronología y apro-piándose de los segundos justos donde un lazo mágico cambia las cosas. Cada escena devela una intención, un conflicto o quizás un anhelo de los personajes involucrados dejando a su paso res-tos de inocencia o culpabilidad.

Foto: Juventud Rebelde

Alberto Corona es Jordi, un profesor de natación que resulta cuestionado por todos a su alrededor luego de que una acción su-ya provocara una nube de interrogantes. El actor pone a disposi-ción de la escena sus recursos y transita desde la absoluta con-fianza hacia el irremediable pánico de su personaje.
Yailin Coppola, una vez más, demuestra que nació para las ta-blas, sin importar la variedad o dificultad de su rol e hila –perfectamente– cada sensación y sentimiento. Representa a la ad-ministradora de una piscina, Ana, que es centro de un volcán que pretende arrasar con cielo y tierra a su alrededor.
En la puesta todo un conjunto de recursos expresivos fueron com-puestos a disposición de provocar, hurgar, estimular la senso-rialidad y el pensamiento del público. Luces, escenografía y ac-ción se juntan para dar aliento divino a las circunstancias en las que navegan los personajes.

El principio de Arquímedes se mantendrá en cartelera hasta octu-bre incitando al diálogo y la reflexión de los capitalinos en la Sala Argos Teatro, sita en el No. 307 de la Calzada de Ayestarán.