Los más jóvenes lo conocen como Enrique Chiquito, ese simpático personaje que robó la sonrisa de cientos de niños en el popular programa La Sombrilla Amarilla; otros lo recordarán interpretando a Karl Marx, pero lo cierto es que no es posible hablar de teatro o televisión, sin referirse a este gran actor. 

¿Cómo fueron los primeros pasos de Michaelis el actor? 

—Nací en un pequeño pueblito en la actual provincia de Granma, Campechuela. Desde niño tuve claro que quería dedicarme a la actuación sin saber, quizás, cómo. Actuaba en obritas de la escuela cosechando una pasión inmensa por el Arte. Fui alfabetizador hasta que tuve la edad para hacer las pruebas de la ENA, de la cual soy fundador. Me gradué de la escuela de teatro en el año 1967 y debía pasar mis dos años de servicio social en la Isla de la juventud, pero por situaciones burocráticas y desorganización eso nunca se dio. 

Michaelis Cue en el programa televisivo La Sombrilla Amarilla, interpretando su personaje Enrique Chiquito Foto: Tomada de Redes Sociales

¿Cuál fue su escuela definitiva la Academia o el trabajo en las tablas?

—Tuve la inmensa dicha de que el maestro Vicente Revuelta me viera en una obra, así comencé a formar parte de su grupo Los Doce. El primer día, llegando al ensayo, Vicente me dice que entre a la obra, era una puesta muy abierta y yo estaba maravillado de cada nota, cada minuto sobre el escenario. Hacíamos un teatro demasiado revolucionario para aquellos tiempos, tanto así que tuvimos que desintegrarlo y con otros cinco actores pasamos a Teatro Estudio, donde cada director tenía su propio grupo de actores con los que trabajaba, lo cual no significaba que no pudiéramos colaborar y nutrirnos de otras experiencias, eso era parte del crecimiento que suponía el proyecto, pero en general trabajé casi siempre con Vicente.

¿Qué puestas marcaron su carrera? 

—Recuerdo con mucho cariño cuando hicimos Madre coraje y sus hijos. Fue emblemática, un escándalo por muchas razones, Vicente la consideraba una de sus puestas más intensas. Tuve la oportunidad de compartir escena con Raquel Revuelta, Bertha Martínez y Eduardo Vergara. Luego vinieron Las tres hermanas, con un trabajo de experimentación que marcó mi aprendizaje como actor. Cada una de las propuestas era, más que un reto, una nueva academia, teníamos que superarnos a cada paso, aprender esgrima y otras cosas que aún hoy me sirven cuando me enfrento a nuevos personajes.

¿El viaje desde las tablas hacia la Televisión?

—Mi mayor referente desde niño era la Televisión, pero no podíamos pasar de un sector a otro pues -en aquellos momentos- las leyes sindicales no lo permitían. Yo adoraba hacer Teatro, el disfrute de los procesos…, hasta que en los años 90 cambiaron las cosas y comencé con algunos teleplays y luego llegó La sombrilla amarilla. Esa fue otra gran escuela, hacíamos un capítulo cada dos días con un rigor increíble, debía aprenderme muchas líneas en poco tiempo y a la vez dar lo mejor de nosotros, pues los niños son los críticos más duros y certeros que un actor pueda tener. Además, era un programa que acercaba a toda la familia junto al televisor y luego en la calle me paraban de igual manera personas mayores, amas de casa o los más pequeños para hablar sobre las cosas que pasaban en La sombrilla… Fue sin dudas una experiencia inolvidable y de las más hermosas que pueda recordar. 

¿Michaelis, un actor de Teatro o de Televisión? 

—No soy un actor que haya hecho mucha Televisión, pero guardo con cariño experiencias como la telenovela Santa María del Porvenir que en su momento quizá no logró ser totalmente comprendida o la versión de Marx en el Soho. Otro momento decisivo en mi carrera se lo debo a las tablas con el grupo Teatro Mío, donde las puestas buscaban confrontar la realidad directamente con un dramaturgo como Alberto Pedro. Luego hicimos también Manteca, hasta que llegó también en el teatro, Marx en el Soho, que aún lo seguimos reponiendo y las personas aceptan la obra como propia sin importar lo complejo de la historia. El público de Teatro es necesariamente más preparado, selectivo y exigente, pues salen de la comodidad de la casa buscando una extracotidianidad, un discurso más profundo y poder disfrutar de los procesos que atraviesan los actores en escena. 

En su interpretación como párroco en la telenovela cubana Santa María del Porvenir Foto: Cubasí

¿Qué sentimientos afloran ante el Premio por la obra de toda la vida de ACTUAR? 

—Primero me causó mucha alegría, creo que muchos actores dirán lo mismo pues uno no trabaja para recibir premios, cuando llegan es la confirmación del trabajo bien hecho. Me dan ganas de seguir adelante, de entregar mis experiencias y sensaciones al mundo de la interpretación. Este es un camino que se elige a conciencia y razón, para servir y conceder todo.