29 de agosto de 2018. La Calzada de Tirry no quiere despertar. ¡La novia de Matanzas ha muerto! – murmuran en las calles. Es un hecho. La poetisa, considerada una de las voces más representativas de Iberoamérica y del mundo, se despide del pueblo cubano.
A sus 96 años de edad, aún se mostraba radiante, bella… con esa juventud de antaño que perfumó para siempre a varias generaciones. Las siete letras de su nombre no fueron capaces de encerrar la grandeza del alma de una mujer sencilla, coqueta y fiel a Cuba como las mismas palmas reales.
Ella en cada verso mostró su desenfado formal, acompañado de un audaz tono poético, capaz de atrapar al lector por los recursos de exquisito lirismo que le sirvieron de asidero para “seducir” a un público tan exigente como el cubano.
Más de una treintena de libros publicó dentro y fuera del país; los títulos Al sur de mi garganta (1949), Desaparece el polvo (1984), Se me ha perdido un hombre (1991) y los volúmenes en prosa Con tinta de ayer (1997) y A la una de la tarde (2004) destacan dentro de su fecunda producción literaria.
Como en cierta ocasión confesó, fue feliz siendo poeta. De eso no hay duda. Multipremiada en diversos certámenes nacionales e internacionales, logró obtener el Premio Nacional de Literatura en 1997, el Premio José Vasconcelos (México, 2000) y el Premio Rafael Alberti (España, 2009).
“Nada es en ella deliberadamente transitorio. Un instante, en su sentir, tiene atributos de eternidad. Todo en sus manos se torna poesía. Y bien sabemos todos que decir poesía es eternidad”, aseguraba el poeta posmodernista Agustín Acosta.
¡Sí!, porque eterna será esta egregia poetisa.Justo hoy, a un año de su partida, recordamos a quien le cantó a Matanzas, a Martí, a Fidel; conscientes de que a lo mejor de la poesía recurriremos una y otra vez, siempre que exista una voz auténtica como la de Carilda Oliver Labra.
“Canto a Matanzas” (1954)
Todo te debo, Matanzas:
la Biblioteca, el Estero,
tener alma y no dinero…
te debo las esperanzas.
A mi pecho te abalanzas
con una pasión tan fuerte
que no basta con saberte
en mi sangre, detenida:
ya que te debo la vida
te quiero deber la muerte.