Sus amigos, colegas y admiradores le llaman Paloma y no existe mejor calificativo para describir el espíritu de una mujer que cual suave vuelo de una pálida ave, besa con ternura cada obra que toca. Cristina Palomino conversa y cada palabra es un paisaje sobre amor, dedicación y entrega.
“Yo soy habanera, creo que de las pocas de mi generación que quedamos aquí. Tenía dos opciones: ser artista o maestra, porque siento una gran pasión por ambas profesiones. Cosas que luego descubrí se podían mezclar e hicieron mi vida más completa”.
Comienzos, tropiezos y azares
—Desde pequeña me aprendí todos los poemas que se enseñaban del Indio Naborí y entonces los recitaba en los actos cívicos de la escuela. Pero si había que bailar o cantar lo hacía también, no me gusta limitarme. Cuando tuve la edad asistí a la convocatoria para la Escuela Nacional de Arte (ENA) y me aprobaron. En la actuación, como en la Medicina, el Periodismo o cualquier carrera, la escuela es quien te brinda las herramientas, pero la vida me demostró que es la práctica quien hace al verdadero profesional, al artista. “Cuando empecé la carrera era el año 1965, todo era muy diferente, salí embarazada a los 19 años y no pude graduarme. Fue una frustración por esa parte, pero una inmensa suerte por la otra, pues tuve a mi primera hija.
“Cuando mi niña tenía como tres meses se abre una convocatoria para formar actores en el ICRT y mi esposo que era músico me dijo que me lanzara o me volvería loca, no por la maternidad, pues eso no fue un problema, si por llenar el espacio que la actuación me había dejado. Entré entonces en la Escuela de Formación de Actores que dirigía Alejandro Lugo junto a Alden Knight y Miguel Gutiérrez, por solo mencionar algunas de las grandes figuras que nos sirvieron como referentes”.
Una mujer de Radio y Televisión

—A mi generación le tocó asumir el reto de cubrir gran parte de la programación educativa, mientras que los actores de más experiencia entraban en la tarde y trabajaban hasta altas hora de la noche. De esa experiencia en la Televisión aprendí la responsabilidad y disciplina con la cual enfrenté luego otros retos. Nuestra labor requiere de la memoria, de la frescura y agilidad que la mente tenga en el momento, cualquiera se puede quedar en blanco, pero es muy triste que sea provocado por descuidarte y no respetar tu horario de trabajo.
“Luego tuve la suerte de vincularme con la Radio en el año 1971, y digo estas palabras porque no existe mejor escuela para un actor. En este medio tienes que desarrollar un mundo interior lleno de magia, cultivar dentro, personajes, países, sensaciones y expresarlas con tu voz. Tenía que asumir varios personajes en pocas horas, uno detrás de otro, saber diferenciar cada obra de la anterior y hacerlo bien, es un medio muy rico.
Una niña que se convirtió en actriz
—Desde mis primeros años de carrera descubrí lo importante y difícil que resulta trabajar para los niños. Una obra para los más pequeños no se limita a hacer voces, pues los niños también tienen conflictos, preocupaciones, cada uno es diferente al otro, pasan por disímiles cosas y quieren verse reflejados también. Me gusta pensar en los niños como el público exigente que es, así que para interpretar un personaje de edad infantil tienes que sentir como tal. Yo me transformo en niña cada vez que la circunstancia lo requiere. Hoy nuestra Televisión, por todas las dificultades materiales y creativas que afronta, se encuentra muy carente de una programación variada para los niños.
¿Qué personajes marcaron a Paloma?
—En el marco de un Festival Internacional de la Juventud, hice un personaje en la Radio que se llamaba Clara Luz, una muchacha marginal que vivía en un solar. En un contacto que tuvimos en el Escambray con el público las personas corrían a preguntarme sobre ella, la mayoría la imaginaba de una manera, y yo siempre tenía que aclarar que ella era rubia. Otro fue Postales, un niño que limpiaba botas, yo trabajaba junto a Ana Nora Calaza, esta fue otra grandiosa experiencia. Y lo último que hice y me encantó fue Caya en la novela La cara oculta de la luna, fue la cuarta historia que se desarrollaba en un solar de la calle San Rafael de Centro Habana con Enriquito Bueno y Blanca Rosa Blanco.
Paloma hoy
—Ahora me dedico por completo a mi proyecto comunitario de La Cobija en el municipio de Centro Habana. Los niños y adolescentes son especiales para hacer y entender el Teatro. Además, ahí tenemos a todas las manifestaciones uniéndose, colaborando, es un espacio mágico en una zona que necesita de mucho amor y arte.