La modernidad asalta a todos con sus nuevas formas y lenguajes, desde lo tecnológico, hasta la misma manera en que los seres humanos nos comunicamos. Toda una inmensa y nueva gama de simbolismos cubre nuestra subjetividad, transformando una sonrisa en un emoji o un recuerdo en una selfie. El mundo está destinado a continuar su curso y evolución, poco importa cuánto moleste; nos adaptamos o perecemos en el océano milenario.
Ahora bien, esto no significa que sucumbamos ante otros fenómenos como el ascendente uso de los populares anglicismos. Este fenómeno que pareciera facilitar la vida, pues globaliza conceptos lingüísticos, enajena también y empobrece la capacidad creadora, recordemos palabras tan usadas como: closet, show, bar, confort, hobby… Encontramos en el lenguaje moderno sustituciones tales como teléfono inteligente que es smartphone, decimos online y no en línea, link por enlace, o Community manager por Gestor de redes sociales.
La llamada industria cultural es hoy el foco principal donde nuevos términos surgen sin traducción, incluso siendo creados fuera de terrenos angloparlantes. Cantantes, compositores y hasta musicólogos se refieren a singles, en vez de sencillos, backstage por tras escena, o la esperadísima parada de éxitos, hit parade, en cualquiera de sus acepciones. Así continua una infinita amalgama de palabras las cuales sustituyen un dialecto propio que podríamos estar recreando. Las Artes Plásticas, el Teatro, la Danza y hasta la Literatura no escapan de dicho morbo. La narrativa se sustituye por el storytelling, asistimos a briefings y no a reuniones informativas o preferimos opening ante a introducción o apertura.

“Adoptar extranjerismos necesarios puede enriquecer la lengua”, considera Javier Lascurain, coordinador general de Fundéu (Fundación asesorada por la Real Academia Española), quien afirma: “Quedarnos con cualquier palabra foránea innecesaria puede acabar condenando al desuso a voces de nuestra propia lengua”.
Sobre el tema el colega Luis Toledo Sande comenta en su artículo periodístico Ni del Bronx ni de Los Hoyos: “A veces parece que sucumbimos a la fuerza imperante del inglés y, además, creemos que el resto del mundo habla solo ese idioma, y menospreciamos su capacidad de inferencia y deducción. ¿Por qué la empresa empeñada en difundir internacionalmente nuestro patrimonio musical se llama Bis Music? Si ese es su nombre, ¿de qué otro modo puede llamarse en la prensa?”.
Pensemos sobre la importancia de dialogar inteligentemente con la contemporaneidad. Agrandar y enriquecer nuestro español, hacerlo internacional, global…, para no sucumbir a la mediocridad y los facilismos. Todo tiene o puede ser traducido y suena tan bello como seamos capaces de poner la creatividad, empeño y virtud en ello.