Constituyen características esenciales de los artistas cubanos, dejarse inspirar por la realidad circundante y reflejarla en sus obras, tejer conceptos en la imaginación que luego se convierten en cuadros o estampas, sumar sueños, anhelos y experiencias de la cotidianeidad y más allá, en los estilos del arte cubano y universal que corresponden a sus temperamentos.
Algo que está muy enraizado también en creadores de distintas generaciones, estilos y maneras de hacer diferentes que ahora, Bienal mediante, se reúnen con “todas sus armas” artísticas para mostrar sus trabajos. En cada uno de ellos, va implícita la capacidad de armar una fábula visual con elementos, rincones, mitos, fantasías, paisajes y personajes característicos del ámbito circundante, universalizándolos por conducto de sus dimensiones imaginativas. Eduardo Estrada, Raymundo López, Pedro Pablo Domínguez y René López Silvero, cultivan con mano diestra un Realismo Contemporáneo Cubano, en la exposición: En blanco, como parte de la XIII Bienal de La Habana, en el estudio de Obispo No. 360, La Habana Vieja. Ellos logran desarrollar una gramática pictórica, en la cual -con pocos elementos interactuantes entre sí-, alcanzan a construir espacios, formas y sensaciones complejas.

EDUARDO ESTRADA: TÓTEM A LA COTIDIANEIDAD
Sus obras deparan al espectador el disfrute de un producto sólido, maduro y de recia personalidad. Aunque forma parte de ese grupo de excelentes paisajistas que nos acompañan en la historia de la pintura cubana, desde hace largos siglos, ha querido tomarse unas “vacaciones” en el género y mirar un poco hacia adentro, hacia la vida diaria, el hogar. Fiel a una figuración con tintes expresionistas, al pulso de lo popular trascendido y a la fabulación de las vivencias, sus piezas sorprenden por la madurez del oficio, con el que logra armar una iconografía personal.

En esta una nueva aventura pictórica va sumando en las superficies, muchos utensilios del hogar: cazuelas, jarros..., roídos por el tiempo muchos de ellos, superponiéndolos unos encima de otros, para “modelar” una suerte de tótem a la cotidianeidad, al que se le pueden dar muchas lecturas, dejando atrás aquellos capítulos creativos de imágenes encontradas en los campos cubanos.
Sus creaciones son testimonios de una realidad, que con talento plasma en cada pintura. Son visiones diferentes del bodegón tradicional “perfecto y bello”. Porque él quiere decir algo diferente, más real con estas historias de “cacharros”. Es como un “monumento” a aquellas cosas que nos acompañan un tiempo en la vida, y luego quedan olvidadas en un rincón.