Siete funciones, la mayoría a tope de espectadores, fueron fértil terreno en la sala García Lorca del GTH Alicia Alonso, donde Eduardo Veitía y sus huestes del Ballet Español de Cuba (BEC), enseñaron nuevamente credenciales de su ARTE –en mayúsculas- con El Fantasma. El Fantasma de la Ópera, del francés Gastón Leroux (1868-1927), reapareció en las tablas traducida en danza, ataviada en flamenco, de la mano de una coreografía imaginativa que involucra mucho talento e imaginación.
Destilando un hálito de aventura/romance, el misterioso personaje enmascarado paseó, sobre la centenaria escena donde volvió a cobrar vida… El Fantasma, aquel hombre solitario que desandaba por los pasadizos subterráneos de la Opera de París, en esta singular puesta de Eduardo Veitía se enriquece con una versión libre del musical de A. Lloyd Webber, llevado al nuevo flamenco de Cuba por Alejandro Valdés, director del Grupo Palo de Agua, también protagonista de esta pieza, que interpretó en vivo la música. Visualmente, la obra también creció con el novedoso y teatral vestuario, de toque contemporáneo, creado por Maray Pereda Peña/Maite Doménigo, y los inspirados diseños de escenografía de Támine González del Campillo que convocan la atmósfera de encierro, no exenta de elegancia e incógnitas, de la mano de novedosos efectos tecnológicos. Está presente el flamenco, pero también la danza, y es muy moderno.
Muchas notas alegres coincidieron en la puesta: el regreso, como invitados, de dos figuras cimeras del BEC: los primeros bailarines Liliana Fagoaga/Henry Carballosa. Ambos, realizaron una función inolvidable en los protagónicos de Christine/El Fantasma. Ellos, más allá de la excelente técnica, vivieron y vibraron en las tablas en cada gesto, movimiento, taconeo… El destacado Ricardo D. Quintana, dejó en claro su clase, sus largos giros y fuerza en el baile, su desandar por el escenario con bríos, constituyen instantes de pura danza. Junto a él, primero Claudia González, que cada día anima más la escena con su personalidad artística y hermoso porte de “bailaora”, y después, la hermosa, tierna y versátil Diancy Martínez, con su elegancia y sutil línea clásica fue paradigma de estas funciones. Christine vivió momentos para el recuerdo con esa otra primera bailarina: Leslie Ung, quien se apodera con su fuerza/lirismo de las tablas para dejar en claro que es de esos artistas indispensables en una compañía, que animan y son ejemplo del buen arte.
El final, no pudo tener mejor cierre con broche de oro, cuando Eduardo Veitía, asumió el protagónico para entregar una clase de estilo en la difícil técnica del flamenco. El Fantasma, es, sin temor a equivocarnos, una joya, danzaría/coreográfica y musical, esta vez adoptando forma y género que también nos pertenece a los cubanos, porque es parte de nuestras raíces.