La ciudad azul y argentada, por los reflejos del mar y la luna caribeña, la de las columnas, la de los poetas que le han cantado en el tiempo, la hermosa Habana de los sueños, fue la protagonista de muchas historias acercadas por los diseñadores y artistas, sobre variados materiales, durante la 4ta. Semana de la Moda que amaneció en la capital cubana, entre el 20 y 24 de noviembre, organizada por el Fondo Cubano de Bienes Culturales y la Asociación Cubana de Artesanos Artistas.

Foto: Ariel Cecilio Lemus

Focalizada en el Pabellón Cuba de La Rampa habanera fue una amplia pasarela por donde desfilaron las creaciones de 72 artistas llegados de 8 provincias del país y tres invitados de Guyana Francesa, Martinica y Guadalupe. En esta edición bajo el lema Artesanía e Identidad, estuvo dedicada a los 500 años de La Habana, los 40 del FCBC y a Trinidad, que recientemente fue declarada como Ciudad Artesanal del Mundo.

Diversas colecciones le dedicaron sus formas, colores y lirismo a La Habana, la que pronto festejará sus 5 siglos de historia. Entre ellas, seleccionamos dos para convocar este espacio que tiene como objetivo primordial, enseñar un espejo en donde nos podamos reflejar mejor, los cubanos y las cubanas, que en el tiempo dejamos una estela de buen gusto y elegancia en el vestir, que en las últimas décadas se ha desvanecido, como “ca-minando” por el mar…

Foto: Ariel Cecilio Lemus

Reflejos habaneros

Alberto Valladares, el conocido orfebre que nos ha entregado piezas de alto vuelo artístico en plata y otros metales enfocados en la danza, en Alicia y su creatividad escénica, entre otros temas miró muchos años atrás. Y rescató, desde su imaginación un conjunto de joyas y objetos “surgidos” de un baúl sumergido en un galeón antiguo. Como piezas que llevaban grabadas los siglos de existencia de la capital, surgió la colección Reflejos habaneros… La añeja ciudad apareció en gestos impresos en formas/tonalidades en sus creaciones sobre plata, bronce, piedras preciosas…, donde también deambulaban fantasmas, recuerdos oníricos que alcanzaron dimensión artística.

Fragmentos de la ciudad de las columnas, reminiscencias de mamparas, medios puntos, máscaras y muchas otras aristas de la época colonial escapadas de la arquitectura, el paisaje, la danza, la cotidianeidad, en todas sus dimensiones, respiran ahora en sus labores de orfebrería cubana. La luz del Caribe anidó, cual destellos metálicos, sobre las pieles de los modelos, de manera original, al ritmo de la música singular de Habana Compás -haciendo honor también desde el ritmo a la Ciudad Maravilla-, que dirige el maestro Eduardo Córdoba y algunos bailarines, que se transformaron en duendes recordando los primeros tiempos/habitantes fascinados por los metales… vistiendo el “ropaje” del arte.

Foto: Ariel Cecilio Lemus

Divertimentos

El destacado diseñador y artista, Evidio Perdomo, regaló en la última jornada, cerrando la 4ta. edición, imágenes para el recuerdo con su enigmática colección Divertimentos. Evocando un término musical, que lo reutiliza aquí en su faceta alegre o de juego placentero en la creatividad, unió el 120 aniversario de la presencia japonesa en Cuba (y en La Habana), con el 500 Aniversario de la Ciudad, para entregar una suerte de conexión extrasensorial…, que fue ampliamente ovacionada. Son diseños que nacieron dentro del artista, con marcada influencia japonesa y asiática, y donde aparecieron también interpretaciones de la Mulata de Rumbo y de la Giraldilla, así como un homenaje al estilo Dior, dibujado en su diseño perDIOR.

En sus piezas deambulaban las apropiaciones del bordado Richelieu, el reciclaje de piezas de mezclilla, la fusión de diferentes piezas de vestir en una, el juego con los tonos y su reconocido estilo que tantas alegrías le han conquistado: el ensamblaje textil. Pues es menester referirse aquí que Evidio se entrega a la moda desde una visión pictórica. Y cada pieza funciona para el como una pintura o una escultura. Detrás están las clases de “collage” recibidas de la maestra Antonia Eiriz, en la Escuela Nacional de Arte. Mientras que el dominio del color se lo agradece a la “escuela” que tuvo como ayudante de Servando Cabrera Moreno en sus años universitarios, y por supuesto “la gracia divina que tuve de poder observar, cómo pintaba. A estas dos personas, mi eterno agradecimiento”.