Si quiere saber de proezas reales, desprovistas de pirotecnia, y mirarle a los ojos a héroes de carne y hueso, que no precisan de dobles ni maquillaje, en lugar de ir al a una sala oscura, acérquese e indaguen las historias de vidas de los combatientes del Ministerio del Interior (MININT).

Y sí, habrá quien ahora mismo pueda esgrimir una queja o poner un pero (en contra) de ejemplo –a fin de cuentas de los errores y los amores nadie se libra-, pero lo cierto es que si de peligros reales, riesgos para la vida e intrépidos protagonistas, se trata, el MININT atesora mucho material para contar.

En fecha tan temprana como el 6 de junio de 1961, párvula aún la Revolución triunfante, quedaba oficialmente instituido el Ministerio del Interior; parto fruto de la necesidad y el derecho que le asistía al pueblo a defender el poder, que había ayudado a conquistar y el Ejército Rebelde le había puesto en las manos.

La Revolución se hizo bajo fuego cruzado. De un lado el ejército batistiano, que superaba -por mucho- a los revolucionarios alzados, en efectivos, armamento y preparación, y de otra parte, las trampas del poderoso vecino del norte, que avizoraba cambios profundos en la isla, que bajo una fachada de República independiente, les pertenecía.

Y bajo el fuego cruzado ha tenido que crecer y hacerse. Las sucesivas administraciones de la Casa Blanca y sus acólitos, la Agencia Central de Inteligencia, la contrarrevolución interna y externa…; a lo largo de sus 65 años de existencia no le han concedido ni siquiera un segundo de tregua.

En esa batalla común de todo el pueblo, sin lugar a dudas, a los hombres y mujeres del Ministerio del Interior, les ha tocado ser protagonistas de primera fila, quienes además de los esfuerzos para tratar de prevenir o abortar sabotajes, acciones terroristas, intentos de asesinatos de los líderes de la Revolución, en particular del Comandante en Jefe, asumen otras tareas sociales, de carácter diverso y suma importancia: Regular el tránsito, cuidar y preservar la flora y la fauna, asumir las actividades inherentes a emigración y extranjería, combatir el delito común, prevenir y extinguir incendios… Eso para no hablar de la difícil y peligrosa misión de fingirse enemigo y convivir con ellos.

Mientras los enemigos achacaron los primeros fracasos de sus planes subversivos al azar y apostaron a la ineptitud e inexperiencia de los supuestos harapientos iletrados, devenidos combatientes de primera línea de la batalla irregular que les imponían.

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