A pesar de las complejidades de la sociedad cubana actual agravado por una coyuntura internacional poco halagüeña con un mundo inmerso en una crisis global en aumento (y cual tiende a agravarse ante la demencia guerrerista que impera en centros de poder occidentales por acumular riquezas de forma desmedida), la Isla trabaja por el sustento de su desarrollo, soberanía e independencia. Y con ese propósito impulsa su economía con producciones nacionales, empleando además el talento conquistado científico, cultural y académico en general, con innovaciones y búsqueda de soluciones locales a problemáticas que inciden en las comunidades.
Y no nos referimos ahora a las impostergables e imprescindibles inversiones que precisa el Sistema Energético Nacional para coadyuvar al desarrollo sostenible, e incluso tampoco a la polémica y grave situación que atraviesa la Empresa de Telecomunicaciones, ETECSA, sobre lo cual se viene hablando bastante, y cuales no siempre pueden ejecutarse todos los proyectos inversionistas que necesita, ni hacerlo con la premura que requieren, por objetivas razones económicas financieras, y el cerco, sin precedentes en el hemisferio, que lidera Washington contra Cuba.
Estos sectores que son vitales, todavía necesitan prioritarias importaciones, las indispensables para sustentarlos, de ello no hay dudas, y hay comprensión por parte de la población.
Pero aún tenemos otras insatisfacciones, con reservas esencialmente en los municipios donde operan instituciones, organismos, fuerza laboral, Gobierno y habitantes de los Consejos Populares los cuales, con apropiada organización, pueden seguir logrando mejores acciones para solventar muchas otras insuficiencias y dificultades aun latentes en el interior de los territorios. Y aunque estas tienen también un importante ingrediente económico, quizá con una mayor cohesión y planificación entre los factores de la localidad, se obtengan logros superiores.
Por ejemplo, coordinar de la mejor manera posible, y aun en el contexto de escasos recursos; el ciclo de recogida de los desechos sólidos, la reparación de salideros y limpieza de calles, áreas verdes y ornato del entorno, regularizar el control y supervisión de los establecimientos de comercio ante la llegada y distribución de alimentos, medicamentos en farmacias, así como velar por la atención oportuna a las prestaciones de servicios ubicados en las localidades. Y quizá, y siempre que sea posible, fomentar con apoyo de empresas estatales, cuentapropistas y demás formas de gestión hoy presentes en los barrios, la realización de ferias comerciales, venta de productos e insumos, a precios más asequibles a la población.
En ocasiones existen alimentos en agromercados y puntos de venta que se encuentran en estado de maduración o próximo a vencimiento que podrían ofertarse con prontitud y mejor precio, o incluso donarlos, para su aprovechamiento, y no se logra concienciar en ese sentido a vendedores y distribuidores. Lo mismo ocurre con recursos en almacenes y áreas de venta que se mantienen sin rotación, en desuso, y no existe voluntad, o se carece de iniciativa, para encontrar fórmulas que estimulen su adquisición, lo cual podría satisfacer alguna que otra necesidad.
El incremento sostenido de la producción agropecuaria, la agricultura urbana, así como las mini industrias son también decisivos elementos para contribuir a la canasta básica alimenticia del pueblo, y hacia el cumplimiento de ese reto se encaminan los esfuerzos de nuestros obreros y campesinos.
Otro aspecto sobre el cual consideramos hay que continuar trabajando con las autoridades competentes y en conjunto con la población, es la indisciplina social y el vandalismo. En los últimos tiempos se han estado publicando hechos de violencia y delitos cometidos por ciudadanos que, de manera inescrupulosa, malintencionada, e incluso, alentados por propaganda anticubana en redes desde el exterior, han accionado en crear disturbios y alentar provocaciones antigubernamentales con fines subversivos y lucrativos. Han roto y hurtado además, bancos de parques, luminarias, cercas, recursos de áreas infantiles, agredido ómnibus, etc.
Y esto nada tiene que ver con los ciudadanos insatisfechos e impotentes que se quejan y pronuncian ante los largos apagones los cuales existen cotidianamente, (y cuales se vuelven insoportables con las altas temperaturas), pero la inmensa mayoría de la población no aprueba la violencia ni el dañar persona, propiedad social o cualquier otro recurso. De ahí que hay que discernir entre el delincuente, igual el oportunista, contrarrevolucionario, ese que en río revuelto busca ganancia de pescadores, mientras el resto de los ciudadanos aun con críticas, incomodidad e inconformidad, pero conscientes de las causas de esta sensible realidad, aportan con sacrificio y trabajo a resolver los problemas de su país.
Los delitos contra la propiedad y conquistas sociales del pueblo deben ser condenados con el peso de la ley, pues nadie puede quebrantar el orden y la tranquilidad ciudadana, ello es sancionable en cualquier parte del planeta. Y hemos constatado férrea y abominable represión en otros países, imágenes con personas asfixiadas por accionar policial, efecto de gases lacrimógenos, golpes con palos, caballos, tiros indiscriminados que han provocado muertes, heridos y pérdida de visión. Esa es una dura realidad del actual mundo circundante, y no solo visto en naciones de Europa, también en tierras de América.
En este complejo contexto hay que unirse más en pos de encontrar soluciones perentorias, entre todos como enseñó Fidel al pueblo, potenciar más la solidaridad y ayuda entre vecinos y todas aquellas entidades con voluntad política y determinación de resolver los acuciantes problemas que afectan a la sociedad. Solo los cubanos podemos garantizar el desarrollo sustentable salvaguardando la independencia de la Patria.
Parafraseando la canción del cantautor Raúl Torres; a Cuba hay que vivirla, cantarle, quererla y sentirla, para poder defenderla.
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