La falta de credibilidad del gobierno de los Estados Unidos con respecto a su política contra Cuba se basa en su incongruencia, el absurdo, lo disparatado de las medidas y el vacío de argumentos y pretextos para sustentar durante más de 60 años un asedio criminal, bloqueo económico, comercial y financiero, sin precedentes en esta era de civilización.
Y en la instrumentación de disposiciones contra la Isla prevalece la doble moral de las administraciones estadounidenses. Durante décadas han fomentado el cerco a la nación caribeña, acompañado de férreas campañas mediáticas de desinformación y estímulo a la emigración hacia el autoproclamado “país de la libertad y las oportunidades” como suelen potenciar desde Washington con sus tentáculos; agencias, medios radiales, televisivos, su filmografía con Hollywood y demás entes gubernamentales y no gubernamentales, a su servicio.
A ello se suma la incesante búsqueda de pretextos para justificar sus barrabasadas contra el pueblo cubano, al extremo de incorporar al territorio que más ha sufrido el terrorismo planificado, orquestado y dirigido desde el sur de la Florida, en una espuria lista de “países patrocinadores del terrorismo”. Ese acto de cinismo resulta tan monstruoso que ningún gobierno digno o persona sensata y racional puede creer.
En Cuba persisten las huellas de dolor y sufrimiento en cientos de familias que durante más de medio siglo han perdido un ser querido a causa de actividades terroristas. Entre estas se ubican, invasión, incursiones armadas por costas, operaciones encubiertas de subversión y planes de asesinatos a líderes del país, fundamentalmente al Comandante en Jefe Fidel Castro, voladura del avión de Cubana en Barbados, sabotajes en agencias y dependencias del país en el exterior, en embajadas de la mayor de las Antillas, incluso en el corazón de Washington, agresiones a centros turísticos, etc. Y en todos los casos han contado con la anuencia y apoyo de gobiernos de EE. UU, y particularmente su Agencia Central de Inteligencia (CIA).
Lo que nunca ha ocurrido es que desde Isla se haya actuado contra el pueblo y país norteamericano porque en la nación caribeña no se promueve el odio y mucho menos las actividades terroristas, siempre ha sido a la inversa, la violencia procede del Norte brutal que nos desprecia, esa es la realidad.
Entonces, los cubanos que conocen esa lamentable historia de provocaciones y crímenes contra este territorio, se preguntan ¿Con que moral puede el señor Trump acusar a Cuba de terrorismo? ¿Dónde están cobijados los verdaderos terroristas que tanto daño y muerte han causado a las familias cubanas?
Luego de años de infamia y descredito por esa estrategia, el 14 de enero de 2025, el gobierno de Estados Unidos anunciaba la decisión de excluir a Cuba de la lista del Departamento de Estado de países que supuestamente patrocinan el terrorismo. Y para ello el dignatario saliente de la Casa Blanca, entonces Joe Biden, unos pocos días antes de su salida, hacía uso de la prerrogativa presidencial para también impedir que se pueda tomar acción en tribunales estadounidenses ante demandas judiciales presentadas al amparo del Título III de la ley Helms-Burton, y eliminar la lista de entidades cubanas restringidas que designa a un grupo de instituciones con las cuales se prohíbe a ciudadanos e instituciones estadounidenses realizar transacciones financieras, lo que ha tenido efecto en terceros países. Y, a pesar de su carácter limitado, se consideró una decisión correcta y necesaria, por lo injusto de su anterior aplicación.
Esa positiva decisión, de seguro tuvo la participación de reconocidos instrumentos gubernamentales, agencias, funcionarios y expertos que determinaron lo irracional, y desatinado de seguir sosteniendo esa burda y manipulada estrategia anticubana por parte de Washington.
Sin embargo, el nuevo presidente Donald Trump que asumió días después el poder en los EE.UU., sin tiempo siquiera para revaluar los anteriores decretos, derogó lo anterior y volvió a la carga del absurdo y la barbarie, arremetiendo con más falacias y acciones de odio, contra el noble pueblo de Cuba.
Así mismo, Trump acrecentó la política de hostilidad sin conocer ni haber visitado jamás a esta hospitalaria nación que no guarda rencor ni odio hacia los ciudadanos norteamericanos, sino que solo rechaza la maquinaria de resentimientos, extremismo y antihumana impuesta contra esta digna Isla. Su maldad rebasó los limites civilizatorios al acentuar la agresión en el contexto de la pandemia de Covid-19, con más de 240 medidas de recrudecimiento del bloqueo, y estrategias de subversión para desestabilizar el país.
Los síntomas de desconcierto que muestra la administración Trump son preocupantes y globales. Hoy arremete además contra todos los migrantes, contra el libre comercio internacional con la subida de aranceles, sanciones, acosos y prohibiciones. Y cada día se constatan más disposiciones que afectan la soberanía e independencia de otras naciones.
Lo que se percibe es un mundo con mayores niveles de desigualdades, pobreza, beligerancias, desestabilizaciones, crisis climáticas, económicas y financieras a extremos inimaginables, y poca o ninguna voluntad política para frenar el genocidio e intervencionismo del gobierno de Israel contra Gaza, palestinos en general, y otros pueblos árabes del Oriente Medio. Ojalá no se cumpla la profecía legendaria parafraseada: “Cría cuervos que te sacarán los ojos”, con relación al rearme y apoyo de Washington al señor Netanyahu, primer ministro israelí.
De igual manera la política de los Estados Unidos contra Cuba, por el vacío de solidez y argumentos legales, está llamada al fracaso y a dañar también a los ciudadanos estadounidenses que en su mayoría anhelan buenas relaciones de vecindad, intercambios comerciales, académicos, científicos, culturales, y expandirlos a diversas ramas del conocimiento.
Esperamos que más temprano que tarde se imponga en Norteamérica la cordura y la Casa Blanca se oriente hacia el multilateralismo como defienden los países en la Organización de Naciones Unidas. Que prevalezca la armonía entre los Estados, el respeto a la autodeterminación de los pueblos, y la paz mundial.
La Mayor de las Antillas aposta por el derecho de su pueblo a sustentar sus conquistas sociales y seguir actualizando su modelo de desarrollo económico socialista, a lo cubano, sin bloqueos e injerencia foránea, y con plena independencia.
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