La comunidad internacional conoce que Cuba no es, ni será jamás, lo que, de manera irresponsable, sin reflexión alguna y carencia de argumentos convincentes declara el nuevo presidente de Estados Unidos de América, Donald Trump, con relación a que la Isla es “supuestamente patrocinadora del terrorismo”.

Esa categoría que ubica a la nación caribeña, a la víctima sistemática de agresiones, acciones subversivas y terroristas orquestadas en el sur de la Florida representa una afrenta y un acto indigno y antiético de la Casa Blanca contra todos los hombres con decoro del mundo, y particularmente contra los miles de familias y pueblo cubanos que cuentan en su entorno con miles de personas que han sido asesinadas, o heridas e incapacitadas a causa de actividades terroristas planificadas desde la Norteamérica que dice ser “paladín o salvaguarda de los derechos humanos, y la lucha contra el terrorismo”.

Resulta incomprensible que un gobierno que acaba de asumir el poder este 20 de enero, en Washington, por capricho, obcecada continuidad, sin reflexión alguna, con notable desconocimiento de la realidad cubana, o por compromisos con mafias cubano-americanas (que lucran con el sudor de los contribuyentes y contra los legítimos derechos de los ciudadanos estadounidenses de establecer relaciones de vecindad, comerciales, inversiones y de visitar Cuba), revoque decisión tan aberrante y a la vez degradante para su nueva administración.

Los norteamericanos continúan secuestrados por rancias y obsoletas políticas de administraciones de EE.UU., incapaces de dialogar civilizadamente y establecer relaciones normales y de respeto con países que tienen otras ideologías, y que han demostrado ser fuente de espíritu de colaboración, emprendimiento, y entendimiento con quienes, (a pesar de maneras diferentes de pensar), muestran voluntad de potenciar armonía e intercambio reciproco en pos del bienestar y la paz de sus conciudadanos.

Generalmente, aquellos que viven arremetiendo contra la Mayor de las Antillas son quienes viven malintencionados, desinformados, o en una burbuja anticubana que tergiversa lo que acontece día a día en esta tierra de personas honestas, aguerridas, sacrificadas y con apropiada cultura del conocimiento, nunca, o hace muchas décadas, no pisan este suelo de hombres y mujeres altruistas y patriotas.

Las adversas y disparatadas estrategias tejidas desde Washington, especialmente con el criminal bloqueo económico, comercial y financiero más largo de la historia del hemisferio y del orbe, tienen el repudio de las Naciones Unidas y de cientos de gobiernos, personalidades de prestigio, e incluso de naciones aliadas de EE.UU. como la propia Unión Europea, entre muchas otras, las cuales sienten el irrespeto a su soberanía con la aplicación de la extraterritorialidad que representan acápites instrumentados de la Ley Helms-Burton.

Cualquier administración que se respete y sus funcionarios cumplan las leyes locales y del derecho internacional como corresponde, sabe que la inclusión de Cuba en una espuria lista de “supuestos patrocinadores del terrorismo” es una barrabasada de colosal magnitud.

La Isla solo ofrece colaboración con acuerdos legales con otros gobiernos que lo precisan en ámbitos socio-económicos cuando exporta o brinda ayuda solidaria con médicos, paramédicos, vacunas, innovaciones científicas, maestros, deportistas, constructores, y otros especialistas y profesionales de diversas ramas del conocimiento en las cuales la Isla logra conquistas, y avances, a pesar del genocida asedio del cual es víctima.

Foto: Tomada de https://misiones.cubaminrex.cu

Lo que en materia de protección contra el terrorismo debe efectuar la Casa Blanca y su actual dignatario electo es velar porque en ese territorio no se cobije ni apoye a confesos terroristas como fueron Luis Posada Carriles y Orlando Bosch, quienes a pesar de sus acciones que provocaron decenas de muertes como el avión de Cubana en 1976 en Barbados, reconocido internacionalmente, estuvieron protegidos hasta su fallecimiento en Estados Unidos.

Foto: Tomada de Trabajadores

Y como estos se han dado y continúan surgiendo casos de entes extremistas que, a pesar de contar con historial delictivo y violento contra embajadas, dependencias e inmuebles cubanos, no han sido condenados. Ese es el real terrorismo que se ejerce contra Cuba, además del crimen del cerco obcecado e irracional, que debe cesar.

El pueblo cubano, por justicia y derecho a la vida y a la paz, no cejara en su empeño de rechazar contundentemente en cada espacio o tribuna nacional o internacional, la arbitrariedad, lo insensato y carente de objetividad y pruebas fehacientes para mantener a la Isla en esa ignominiosa lista pro-terrorismo.

Foto: Tomada de Prensa Latina

De seguro, agencias estadounidenses de análisis serios, profundos y con sentido de racionalidad y pragmatismo saben que esa decisión es una estupidez que empaña la credibilidad de Washington en esta importante materia de batalla contra ese flagelo. Quizás hasta su Agencia Central de Inteligencia, con larga data de operaciones contra Cuba coincide en que no hay motivos para sustentar esa acción tan descabellada.

Cuba no es ni será jamás terrorista, tampoco es amenaza alguna para el vecino del Norte. Ya es hora que esa lección se apruebe definitivamente, y no se desapruebe una y otra vez por cada administración estadounidense, reiterando más de lo mismo.

La Isla no merece bloqueos, y tampoco formar parte de lista espuria alguna. Basta de pretextos, abusos y chantajes degradantes de la condición humana, el pueblo estadounidense como el cubano, están hastiados de esa política de garrote que instrumenta Washington, desde hace más de sesenta años, contra sus vecinos.

Foto: Archivo de Tribuna de La Habana

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