El Terrorismo de Estado contra Cuba ha sido practicado sin escrúpulo alguno, durante seis décadas, por parte del gobierno de Washington con la activa asistencia de su Agencia Central de Inteligencia y elementos contrarrevolucionarios, delincuenciales y connotados y confesos terroristas como Luis Posada Carriles y Orlando Bosch.
Con una larga y abominable historia de acciones violentas y de carácter subversivo contra la Isla, administraciones estadounidenses tienen el indigno crédito y la complicidad de haber permitido que grupos extremistas radicados en esa nación hayan organizado y ejecutado desde el sur de la Florida, disímiles agresiones, sabotajes, incursiones armadas, intentos de asesinato al líder de la Revolución Fidel Castro, y a otros ciudadanos cubanos.
Tiene Washington en su haber también, el silenciar, no sancionar y encubrir a exponentes terroristas que desde los años 60 del siglo XX vienen actuando contra instalaciones económicas, turísticas y recreativas de la nación caribeña, también ejecutando ataques a embajadas y dependencias cubanas en el exterior, (incluyendo en el propio territorio norteamericano) secuestro de pescadores, provocaciones en la frontera usurpada ilegalmente por EE.UU. en Guantánamo, etc.
Y en todos los casos los “autoproclamados defensores de democracia y derechos humanos”, el gobierno norteamericano que además demanda que el mundo combata toda manifestación de terrorismo, tiene directa o indirectamente responsabilidad por las muertes y el daño a personas inocentes causado por sicarios a su servicio, como Posada y Bosh.
Además, en este glosario de actos extremistas contra la Mayor de las Antillas se ubica el criminal bloqueo económico, comercial y financiero con record de extensión en el tiempo, más de sesenta años, algo insólito en la historia de la civilización contemporánea.
Hubo comprometimiento también por parte de Washington al no castigar como correspondía, uno de los más ignominiosos hechos repudiados por la comunidad mundial, el sabotaje a una aeronave civil de Cubana de Aviación con 73 pasajeros a bordo, lo cual representó una de las más viles atrocidades cometidas contra seres humanos, y aconteció en aguas de Barbados el 6 de octubre de 1976, otro genocidio concebido por terroristas con patrocinio en USA.
Y por la extrema gravedad, sus autores materiales e intelectuales debieron ser juzgados y sancionado con la máxima pena, no solo en tribunales venezolanos de entonces, sino también en los EE.UU. (países otrora involucrados), y debió ser además, objeto de la Corte Internacional de Justicia.
La complicidad de Norteamérica con relación al avión cubano radica en que sus principales autores, planificadores, Posada y Bosh, ambos fallecidos en los Estados Unidos, residieron como “héroes” cobijados por la Casa Blanca y la mafia cubano-americana, a sabiendas de su vasto historial terrorista.
Cada 6 de octubre el pueblo cubano, que no olvida a sus hijos asesinados, rinde honores a los que cayeron en el sabotaje al avión en Barbados y a todos los caídos durante décadas, víctimas del Terrorismo.
Ante estos registrados sucesos que califican como TERRORISMO, ¿cómo puede el gobierno de los Estados Unidos de América incorporar a la Isla en una espuria lista de países patrocinadores del terrorismo, cuando quienes deben encabezar dicha relación son aquellos que propiciaron, financiaron, organizaron y ejecutaron las decenas de acciones terroristas efectuadas contra el pueblo noble y solidario de Cuba?
Suman más de 3 mil las muertes y un considerable número de heridos e incapacitados durante estos años por actos crueles realizados por mercenarios asalariados de grupos extremistas que pululan por Miami con total impunidad de sus autoridades.
Al mismo tiempo en el sur estadounidense, y generalmente a través de redes sociales se fomentan estrategias de odio y convocatorias a actos subversivos y desestabilizadores por parte de mentes perturbadas, saturadas de propaganda anticubana o de quienes viven del negocio de la contrarrevolución con altas dosis impregnadas de toxicidad.
El pueblo cubano es hospitalario y nunca ha estimulado prácticas de odio ni resentimientos hacia los ciudadanos estadounidenses y tampoco hacia cubanos que allí viven y siguen amando a su Patria, a la vez que muestran su rechazo a todo método de acoso y agresión.
Son millones de hombres y mujeres que en EE.UU nada tienen que ver con las políticas genocidas de bloqueo, asedio y hostilidad perenne por parte de la Casa Blanca con una administración que sigue cada vez más errada en su comportamiento con Cuba y contraria a los intereses de sus propios ciudadanos.
La inmensa mayoría de los habitantes en los Estados Unidos de América, díganse empresarios, académicos, científicos, agricultores, personal de Salud, educandos, pueblo en general, está hastiado de esa política draconiana y absurda contra la Mayor de las Antillas, y apostan al levantamiento del bloqueo y el establecimiento de relaciones bilaterales armónicas, ventajosas y de respeto mutuo entre las dos naciones vecinas.
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