Muchas veces, mientras el sol insiste en derretir el asfalto, y las personas andan presurosas en busca de refugio, a ellos se les ve sudar "la gota gorda", sin importar cuan ardientes sean los rayos del astro. Lo mismo trazan las guías de una nueva cimentación, que descargan una rastra de bloques, o vierten concreto, u otra infinidad de tareas que requieren tanto de esfuerzo físico y constancia, como de conocimiento.
Los cascos blancos son su bandera, el símbolo que caracteriza a esos hombres y mujeres que responden al nombre de constructores. De sus manos han salido desde el más modesto de los consultorios médicos, hasta comunidades enteras, pedraplenes, hoteles, la panera del barrio, círculos infantiles, hogares de anciano, conductoras de agua, y cuánta obra uno pueda imaginarse.
Son personas a quienes, algunos, por lo brusco de su trabajo, ven como gentes rudas y "de pocas letras", pero que en realidad apresan una sabiduría adquirida a lo largo de años de constante aprendizaje. Son personas que se enfrentan a disímiles dificultades; se sobreponen al frío y el calor; vencen el cansancio; hacen chistes, y con cada acción que realizan, hacen realidad los sueños y esperanzas de no pocas personas.
Llegar a todos, solucionar todos los problemas existentes, eliminar las carencias de viviendas, son algunas de las razones por las que trabajan, aún cuando saben, que con las carencias actuales, eso no será posible. No obstante, cada obra que sale de sus manos, es un paso adelante, un reto vencido, una esperanza hecha realidad, y por lo cual, este cinco de diciembre, en que se festeja el Día del Constructor en Cuba, infinidad de voces les damos las gracias por tanta entrega, y de corazón les deseamos muchas felicidades.
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