Abre tus ojos para ver el día. En tus manos el abrigo que me cubra en el camino al trabajo. Miro en tu vientre el ciclo de las estaciones y puedo saber cuándo llueve y si la lluvia tiene sabor a nubes de verano o de tormentas. Y es, también, que puedo saber cómo puedo desandar juntos, en equidistante sendero, ese tiempo entre el hogar y el trabajo. Solo se escucha tu voz, tienen sentido las palabras y los libros parecen ser parte de una gran sinfonía de colores en cada nueva jornada.

Encontrarte no es difícil. Basta evocar tus enseñanzas, comprender tu voluntad y fortaleza, entender el lenguaje de tus manos, despertar en la complicidad de tu mirada, dibujarte en un sueño, descubrirte en las palabras, caminar los trillos que dejan tus huellas para trazar nuestro propio camino de nación e identidad en el destino que labras, compañera.

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