En cualquier precepto del derecho internacional, el bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por el gobierno de Estados Unidos (EE.UU.) contra Cuba es profundamente antihumano y criminal.
¿Qué ente civilizado se atrevería a acrecentar el asedio contra todo un pueblo en un contexto de letal pandemia como la Covid-19? Solo quienes carecen de ética y sensibilidad humana.
El cerco practicado por Washington por más de seis décadas (cifra récord de ignominia), priva de recursos básicos para vivir a millones de ciudadanos en la Isla, y al mismo tiempo contribuye a desunir familias, amistades y coterráneos que conforman la comunidad cubana-norteamericana radicada en EE.UU, tratando de desarraigarla de sus orígenes. Al mismo tiempo obstaculizan las posibilidades de negocios mutuamente ventajosos para las partes, además de evitar la interacción intelectual, científica, cultural, turística y de toda índole, entre dos pueblos vecinos.
La retórica de la Casa Blanca contra la Mayor de las Antillas es cada vez más verborrea de lo mismo. Sus campañas mediáticas de desinformación y tergiversación de la realidad cubana tienen el objetivo de justificar su política genocida la cual es cada año rechazada por las Naciones Unidas por abrumadora mayoría.
Durante la administración de Barack Obama fueron establecidas relaciones diplomáticas y se iniciaron contactos. Entre los propósitos entonces de Washington estaba de manera notable apoyar el despegue del sector privado en la Isla lo cual era de su interés para la posterior estrategia de influencia que parecía gestar y para ello fomentó el diálogo con autoridades cubanas lográndose algunos acuerdos que beneficiaban a los dos países en temas de seguridad y lucha contra flagelos como la droga, y el tráfico de personas.
Sin embargo, con el exmandatario Donald Trump, sucesor de Obama, fueron eliminadas todas esas medidas de acercamiento y se buscaron pretextos absurdos, uno tras otro, para interrumpir las relaciones diplomáticas. Y lo que es aún más impúdico, sumó 243 medidas de cerco al ya obsoleto bloqueo en un momento de pandemia para asfixiar a la Mayor de las Antillas.
Cuatro años después y luego de una campaña de promesas y expectativas ganó las elecciones el actual presidente Joe Biden, quien fuese vicepresidente en la era de Obama. Y resultó que al asumir el poder, negó todo lo advertido en su proceso electoral, no solo sostuvo el cerco agresivo y la subversión exacerbada por Trump contra la Isla, sino que siguió ensanchándola, eliminó viajes turísticos y de Cruceros, también las remesas de dinero que en situaciones tan complejas como las que atraviesa Cuba y el mundo hoy, padres e hijos y otros allegados hacían llegar a sus seres queridos en la nación caribeña.
Biden se hizo eco de las fracciones más ultra reaccionarias y violentas radicadas en el Sur de la Florida, precisamente de los que no le apoyaron en la contienda electoral, todo lo contrario, son los mismos que favorecieron a su contrincante. Se parece cada vez más a su antecesor Trump, alejándose de la sensatez que debe prevalecer en las relaciones internacionales, mostrando niveles de irracionalidad e inteligencia en su comportamiento con respecto a la Isla, uno de los ejemplos más fehacientes de su absurdo en política exterior.
Vea también: