Cada año, el Día Mundial de la Población, el 11 de julio, se centra en tópicos específicos vinculados a un eje central, las personas en el centro de interés de cada circunstancia, coyuntura, proyecto o política. En esta ocasión, de excepcionalidad extrema por segundo año consecutivo, la pauta la marca la COVID-19, sus interrelaciones con la población y los impactos.

En Cuba, un panel de expertos analizó problemáticas como movilidad, transmisión, salud y derechos sexuales y reproductivos, comunicación, políticas población y ofreció resultados de los estudios realizados desde el inicio de la pandemia, en marzo de 2020.

Organizado de conjunto entre la representación en el país del Fondo de Población de Naciones Unidas (UNFPA) y el Centro de Estudios Demográficos de la Universidad de La Habana (Cedem), da continuidad al trabajo conjunto de ambas instituciones en el posicionamiento de las problemáticas relacionadas con las dimámicas demográficas en la agenda pública y los medios de comunicación, para su consideración en las políticas, estrategias y los mensajes de promoción de salud.

Uno de los primeros puntos del análisis, aportados por Juan Carlos Alfonso Fraga, director del Centro de Estudios de Población y Desarrollo de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información –en mensaje grabado para el encuentro-, y por Marisol Alfonso de Armas, representante auxiliar de UNFPA, fue la importancia de asegurar el acceso a servicios sexuales y reproductivos durante contextos de emergencia como lo es la pandemia, como una manera de garantizar el ejercicio de los derechos reproductivos.

Temas para la reflexión

En el panel “La relación entre dinámica demográfica y COVID-19”, realizado en el espacio virtual, mediante la colaboración del Instituto Internacional de Periodismo José Martí, se centró la mirada a la relación entre dinámica demográfica y comportamiento de la COVID-19 para analizar el tema central de este año y, a su vez, destacar la relevancia de comprender, por ejemplo, cómo la composición de las familias, sus condiciones socioeconómicas, su movilidad e incluso, las inequidades de género, inciden en la transmisión de la enfermedad.

Entre los tópicos analizados estuvo “Demografía y políticas públicas: Un marco de análisis para la relación entre pandemia, dinámica demográfica y programa de desarrollo”, a cargo de Antonio Aja, director del Cedem.

Al respecto, Aja alertó que los fenómenos demográficos tienen propiedades particulares, que las diferencias de otros que acontecen al interior de las sociedades, por ejemplo, sus manifestaciones no son espectaculares ni inmediatas, no tienen el mismo nivel de urgencia para planificadores y políticos, las posibles soluciones tampoco repercuten de manera expedita, mantienen una inercia, aun cuando se implementen políticas dirigidas a cambios en las variables demográficas y, de lograrse, sus efectos pueden tardar años en manifestarse en la totalidad de la población.

Al definir las políticas de población dijo que implican una definición formal por parte del gobierno de problemas, soluciones, metas y objetivos deseados en relación a la percepción de la situación demográfica nacional que incluye un plan organizacional de implementación sistemática.

Estas, destacó, se agrupan en cuatro ejes fundamentales, presentes en el caso de Cuba: las reproductivas, dirigidas a incrementar o disminuir la tasa de nacimientos; de salud, encaminadas a reducir su mortalidad y morbilidad, “lo cual está en el centro de la atención en el momento actual”; de migración y urbanización –“elemento de más reciente incorporación, pero presente con un peso de significación en el accionar de la política y los estudios demográficos”-, y de familia y bienestar.

Aunque contenidas en diferentes políticas públicas de manera implícita, las problemáticas de las dinámicas demográficas fueron incluidas explícitamente en los Lineamientos de la políticas económicos y sociales, y se aprueban programas y medidas específicas para su atención, con enfasis en la fecudidad, el aumento de las tasas de nacimiento, la natalidad, las migraciones internas e internacionales, el envejecimiento, recursos laborales, enfoque de género, la interrelacion con el medio ambiente y, desde hace unos cuatro años, el desarrollo territorial y local, destacó el director del Cedem.

Además de la creación de grupos para la atención a la dinámica demográfica, que tienen como misión garantizar la implementación de las políticas, en correspondencia con las características particulares de cada territorio, se intercambia sobre ello con la presidencia de la república y se rinde cuenta del cumplimiento de lo aprobado, explicó.

Otro avance, destacó ha sido la creción de los Observatorios  demográficos, subordinados a los grupos provinciales, que tienen como objetivo analizar, sistematizar y producir información sobre los procesos de la dinámica demográfica en los territorios con un concepto de integralidad.

Aja hizo referencia a seis elementos relacionados con la pandemia y la demografía: la relación entre la composición y la dinámica de la población, así como los factores sociales, ambientales y económicos que la determinan y sus características. Al respecto, enfatizó que la pandemia ha obligado a romper esquemas y compartimentos estancos en las ciencias, no solo médicas, sino también las sociales, incluida la demografía y, en el caso de Cuba, hacerlo con rapidez.

Otros elementos son el impacto directo de la pandemia en la mortalidad y la morbilidad de las personas.

Al respecto, destacó las investigaciones emprendidas, inicialmente en La Habana, pero ya extendidas al resto del país, sobre las características sociodemográficas de quienes han padecido la enfermedad, que está en todas las provincias, ataca a poblaciones diversas, independientemente de las edades, pero sí con características diferentes en cada uno de los rebrotes.

Lo primero es lo primero

Estudiar las cifras y disímiles variables permite corroborar con ciencia sobre lo que nos alertado desde el inicio de la pandemia e incluso antes: buena parte de lo que sucede, depende de la actitud y responsabilidad de cada cual.

Al reflexionar sobre Demografía y COVID-19 en Cuba. Cruzamientos para orientar el rumbo, la máster en ciencias Marbelis Orbea López, del Cedem, indicó que la estructura por edad y sexo de los casos positivos a la COVID-19 siguen la estructura de la población cubana pero, se aprecian diferencias al realizar este análisis a nivel de provincias o municipios, las tasas de incidencia por grupos de edad se concentran en los grupos de 20-59 años y por sexos, dan cuenta de una superioridad femenina en el total acumulado hasta mayo de 2021, aunque se han observado oscilaciones durante el período.

Las investigaciones realizadas arrojan que los pacientes asintomáticos han disminuido significativamente en el país. Al analizar la relación por sexos de pacientes sintomáticos y asintomáticos se observa que, en 2020, existió mayoría masculina en ambas categorías, mientras que en 2021 han predominado las mujeres sintomáticas y los hombres asintomáticos. 

Por otra parte, la mortalidad habla de mayor afectación para el sexo masculino en edades avanzadas, aunque en los últimos meses se han reportado casos en edades jóvenes, y no se observan grandes correlaciones entre variables como las tasas de incidencia, la densidad poblacional, el grado de urbanización o el índice de envejecimiento.

El estudio muestra que casi todas las provincias del país reportaron sus cifras más altas en el 2021 (difiere de este comportamiento la provincia Ciego de Ávila que reportó sus valores más altos en 2020). Por otro lado, solo La Habana, Las Tunas y Holguín presentan un crecimiento sostenido de sus tasas de incidencia (similar al país). Las demás han tenido comportamientos oscilantes durante todo el período.

Tras esas lecturas de los números, detrás de los cuales hay mujeres, hombres, abuelas, niñas, niños adolescentes y jóvenes, concluyó que “se ratifica que es el comportamiento humano el principal ente potenciador y regulador de la evolución de la enfermedad en Cuba y, con ello, la principal herramienta en el proceso de control de la epidemia en el país”.

¿Dónde y cómo?

Foto: Abel Rojas Barallobre

Al exponer sobre Familia y Covid-19 Un estudio sobre redes familiares y COVID-19 en Cuba, la estudiosa Matilde Molina, hizo una fotografía acerca de cómo la co-residencia influye en el número y tipo de contactos y cuáles son las características de las familias de las personas que se contagian.

A partir de los datos del Ministerio de Salud Pública sobre la epidemia en Cuba, se hizo una aproximación al comportamiento de la co- residenciafamiliar, teniendo en cuenta los casos positivos a la COVID-19 que pertenecena una misma red familiar, además de que se aplicó una encuesta en cinco municipiosque posibilitó obtener información sobre las familiasde los casos positivos.

Al definir qué es una red familiar, Molina explicó que alude a grupo de personas que están vinculados por lazos de consanguineidad, afectivos o de convivencia y que está formada por familias que conviven en la misma vivienda o en diferentes viviendas.

De los 2 092 casos positivos a la COVID-19 en Cuba al cierre del 1ro de junio, 787 personas se encontraban asociadas a redes familiares,lo cual representa el 38% del total de casos positivos, con predominio de familias concentradas en la región occidental con relación al resto de las regiones de Cuba, sobre todo en La Habana, que  aportó la mayor cantidad de familias, lo que la convirtió en el epicentro de la pandemia en Cuba.

En los casos con transmisión intradomiciliaria, entre el 11 de marzo de 2020 al 23 de enero de 2021, el mayor por ciento lo acumuló Guantánamo (70 por ciento), seguido de la Isla de Juventud y Villa Clara, Santiago de Cuba y Holguín, todos por encima del 50 por ciento.

Entre el primero de marzo y el 31 de mayo de 2021, la media en Cuba de casos con transmisión intradomiciliaria de 42,4 por ciento fue superada por Holguín, Pinar del Río, La Habana, Sancti Spíritus y Camagüey.

Según expuso Molina, en esa última etapa señalada, se contagiaron en la red familiar entre 0 y 19 años, el 57,27 del total de quienes enfermaron en ese grupo etario; entre 20-59 años  (38,54%); 60-70 años (36,85%), 80 y más años (45,83%).

En el caso de La Habana, se contagiaron en la red familiar entre 0 y 19 años, el 70,2 por ciento del total en ese grupo; entre 20-59 años  (38,9%); 60-70 años (35,6%), 80 y más años (48,1%).

A propósito de estos resultados, Molina recomienda contribuir a la propuesta de acciones para aumentar la percepción de riesgo de la transmisión del virus SARS-CoV-2 en los hogares y redes familiares. (Niños y personas mayores de 80 años), desarrollar campañas de comunicación reforzando la necesidad del cumplimiento de las medidas sanitarias dentro de los hogares, haciendo énfasis donde hay miembros de la familia con una alta movilidad.

Igualmente, proponer la identificación de las familias vulnerables y cumplimiento de protocolos en las mismas para el enfrentamiento a la COVID-19, realizar una investigación epidemiológica inmediata a todos los miembros del hogar o familiares con los cuales se ha tenido contacto para prevenir la omisión de posibles fuentes de contaminación; realizar un análisis con enfoque de género e interseccional, que posibiliten la toma de decisiones para estrategias y políticas públicas ante otras situaciones emergentes o las posibles olas que se presenten mientras no se detenga el contagio.

COVID y movilidad

Al analizar la condición de Cuba como país de emigración, Arianna Rodríguez indicó que al sostenido saldo migratorio externo negativo, concentrado fundamentalmente hacia Estados Unidos, se suman un proceso continuo de diversificación de sus destinos y asentamientos, una gran movilidad internacional de la población residente, con viajes temporales y estancias de hasta 24 meses en el exterior, acorde con la legislación migratoria cubana.

Al respecto, señaló que ello representa un factor de complejidad ante la crisis sanitaria a causa de la COVID-19 y que la provincia de La Habana es la de mayores movimientos hacia el exterior, pero no necesariamente de personas nacidas en ese territorio, por lo que sus cadenas y redes sociales abarcan a otras provinciasy representan riesgos epidemiológicos de consideración.

Por otra parte, reflexionó acerca de los riesgos que implican los desplazamientos de personas para asistir a sus centros de trabajo, en municipios diferentes a sus lugares de residencia, que implican largos recorridos de unos territorios a otros.

Según expuso, entre los residentes en La Habana que laboran en municipios diferentes al de su residencia habitual, entre ellos los periféricos San Miguel del Padrón, La Habana del Este, Guanabacoa, La Lisa y Arroyo Naranjo, realizan largos recorridos hasta sus empleos, situados, fundamentalmente en los municipios de Playa, Plaza de la Revolución y Habana Vieja, lo que significa un intenso y amplio proceso de movilidad entre esos municipios, separados prácticamente por la delimitación de una calle, en la mayoría de los casos.

Comunicar, una herramienta

En su exposición, COVID-19: Medios de prensa y percepción de riesgo, la Periodista y doctoraa en Ciencias Dixie Edith Trinquete Díaz, compartió  criterios a partir de un estudio que analizó medios de comunicación como Mesa Redonda, Granma y periódicos provinciales seleccionados (Guerrillero, Tribuna de La Habana, Vanguardia, Escambray, Invasor, Sierra Maestra y Venceremos), así como el datos de la encuesta Caracterización sociodemográfica a la población afectada por COVID-19 en La Habana, desarrollada por CEDEM y MINSAP y entrevistas a periodistas participantes de la cobertura activa de la COVID-19 en el país (25 periodistas y 5 directivos).

Las estadísticas, analizadas en tres etaapas: marzo-julio 2020, julio-noviembre 2020 y noviembre 2002-enero 2021;  muestran cómo en el inicio de la pandemia se incrementó considerablemente el número de publicaciones sobre la pandemia, que fueron disminuyendo con el paso de los meses.

Trinquete Díaz destacó que la literatura especializada sostiene que  la construcción de la percepción de riesgo puede verse disminuida por la propia seguridad que ofrecen los estados, políticas sociales, para el enfrentamiento y solución de la crisis, por la tendencia de pensar que “a mí  no me tocará” y porque “los medios de prensa, en ocasiones, han reforzado esos mensajes al no conseguir equilibrio entre la cobertura de los avances en terapias, tratamientos de impacto o resultados de las vacunas y la urgencia de mensajes que fortalezcan el cumplimiento de las medidas”.

Al respecto, concluye que ha habido información disponible y posibilidades de acceso a fuentes directas, lo mismo oficiales que especializadas y que se aprecia un desplazamiento de las coberturas hacia los espacios digitales, originado por un cambio en los modos de hacer producto del confinamiento.

A su vez, consideró que la cobertura de la pandemia confirmó que aquellos medios con prácticas sostenidas de periodismo en profundidad estuvieron en mejores condiciones de dar seguimiento efectivo a la pandemia y que las personas están viviendo más en las redes y la proliferación de fake news no ayuda a la efectividad de la información.

A juicio de la investigadora, se confirma la necesidad de diseñar una estrategia integral para el seguimiento mediático de la COVID-19 –y contingencias similares-, que articule no solo a la prensa, sino también a otros espacios comunicativos y que apueste a su mantenimiento a largo plazo, sin baches o vacíos informativos.

Trinquete Díaz recomienda que a medida que se avanza hacia el control de la enfermedad, se deben generar mensajes atractivos sobre lo que no se debe desmovilizar, así como la necesaria una segmentación de los mensajes por tipo de públicos, de soportes comunicativos y de territorios, teniendo en cuenta las particularidades de la situación sanitaria en cada caso.

Por otra parte, considera esencial acompañar cualquier proceso comunicativo de estudios de audiencia que contribuyan a “corregir el tiro” y ofrezcan elementos sobre los mensajes que funcionan y los que no lo hacen y trabajar en formatos comunicativos creativos, partiendo de la información que se conoce, incluso en términos predictivos.

Para la profesora, es imprescindible articular la creatividad con el conocimiento de la contingencia sanitaria para no enviar mensajes erráticos o contradictorios con relación al contexto concreto. Según expuso, no se trata de generar una paranoia colectiva o desatar una sicología social que apunte al miedo, pero no es posible construir una actitud responsable, sin el debido conocimiento del tema y la comprensión del riesgo real.

En el intercambio se compartieron algunos datos preliminares que sugieren una disminución en el país de entre el 8 y el 9 en los nacimientos desde diciembre de 2020 a enero-febrero de 2021 en comparación con igual período del año anterior (2019-2020). Sin embargo, se aclaró que resulta prematura hablar del impacto de la COVID-19 en la disminución de los nacimientos, por lo que se consideró que el análisis de la información del año 2021 proveerá insumos útiles para comprender los comportamientos reproductivos en este periodo.

Por otra parte, se considera que los datos disponibles apuntan a un ejercicio consciente de los derechos sexuales y reproductivos, en un contexto donde los servicios de salud sexual y reproductiva se han mantenido funcionando como servicios esenciales durante toda la pandemia, aun en medio de limitaciones reales en el suministro de condones y otros medios anticonceptivos debido a las dificultades económicas que atraviesa el país y al recrudecimiento del bloqueo por parte del gobierno de los Estados Unidos.  

Ante ese panorama, el UNFPA subrayó en el Día Mundial de la Población, que es crucial no responder de manera alarmista a estos cambios; no responsabilizar a las mujeres por estos cambios, sino analizar con profundidad los desafíos económicos y sociales que hacen más difícil para las personas tener el número de hijas e hijos que desearían; y continuar garantizando la salud y los derechos sexuales y reproductivos.

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