Suman más de 200 las medidas de asedio y acoso económico de Washington contra Cuba, desde el ascenso del presidente Donald Trump a la Casa Blanca.

En un contexto de pandemia, el gobierno de los Estados Unidos ha lacerado con creces y de forma criminal, los derechos humanos del pueblo de la nación caribeña. No bastó al señor Trump recrudecer el genocida bloqueo que priva a unos 12 millones de ciudadanos de la posibilidad de recibir de manera fluida y con créditos razonables, alimentos, medicinas y recursos para alcanzar una vida digna y apostar al desarrollo sostenible.

Y por si fuese poco, el obcecado e injusto asedio contra la Isla, de manera insólita hoy prohíbe que las familias de los cubanos que residen en la Mayor de las Antillas reciban ayuda financiera a través de remesas, acción que afecta a parte de la población que cuenta con vínculos familiares y también amigos en esa nación del Norte.

Resulta vergonzoso que esa desarrollada potencia intente asfixiar a un pequeño país por haber decidido ser libre e independiente y favorecer con importantes conquistas sociales a todos sus habitantes, independientemente de las formas de pensar y credo de los mismos.

En Cuba, todos sin excepción tienen derecho de manera gratuita a servicios de Salud y Educación, y cuentan con posibilidades de acceso a la Cultura, el deporte, empleo y seguridad social. Y al mismo tiempo los ciudadanos son entes activos en el modelo de actualización económica del país.

Existe una amplia participación popular. Los trabajadores, amas de casa, estudiantes, pueblo en general ha podido participar directa e indirectamente en las decisiones tomadas por el Gobierno con relación a temas medulares que apuntan al avance de la economía, preservando los logros obtenidos en estos 60 años de Revolución. Importantes documentos sobre novedosas estructuras socio-económicas han sido objeto de debate en centros de trabajo y comunidades.

Los que en Washington apoyan las arbitrarias y unilaterales disposiciones contra La Habana desconocen la realidad de la tierra de Martí, y particularmente personajes como Marco Rubio y Trump omiten en sus retóricas y agresivas declaraciones, la esencia patriótica, de resistencia y  dignidad que caracteriza a los cubanos.   

Mientras la actual administración estadounidense arremete neciamente contra la Isla, su nación ha estado envuelta en múltiples escándalos raciales, asesinatos de afroamericanos y estudiantes en centros educativos. Y como colofón se produjo un magno descrédito con denuncias de fraude electoral y manipulaciones en varias ciudades, según informaba al mundo, el propio dignatario Donald Trump.

El pueblo norteamericano ha estado secuestrado por una política disparatada y de intereses de centros de poder que ha sido incapaz de frenar el avance de una letal pandemia que ha costado la vida de más de 230 000 personas y más de un millón de contagiados. Esa nación merece liberar la democracia encadenada y retomar postulados quebrantados de su Constitución, potenciando con ímpetu las ideas de Abraham Lincoln y otros líderes de ese pueblo.

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