En momentos en que el mundo se encuentra en un período de confinamiento, aislamiento social e incertidumbre, frente a la acelerada expansión de la COVID-19, es esencial superar las tensiones que pueden surgir en la convivencia, pues las familias constituyen el apoyo fundamental durante esta crisis.
Esta situación trae aparejada una crisis económica, que provoca un enorme estrés, lo que en ocasiones resulta en una creciente violencia intrafamiliar. Por ello, es imprescindible brindar el mayor apoyo a las familias vulnerables, a los que han perdido o disminuido sus ingresos, los que habitan en viviendas inadecuadas, los que tienen niños pequeños, adultos mayores mayores o personas con algún tipo de discapacidad bajo su cuidado.
La actual pandemia pone de manifiesto la importancia de invertir en políticas sociales que protejan a las familias, las cuales llevan la peor parte de esta situación, pues deben proteger a sus miembros, cuidar de sus hijos que no pueden asistir a la escuela, y algunos deben continuar trabajando ya sea en el hogar o en su propio centro laboral.
Vivir en familia en una situación normal ya es un reto indiscutible, pues por lo general deben convivir diferentes generaciones con diversidad de criterios e intereses, quienes además, en muchos casos deben compartir cuartos, o vivir todos en una sola habitación, por no contar con suficiente espacio en sus viviendas.
Desde que comenzó el confinamiento, la rutina ha cambiado por las necesarias medidas adoptadas por las autoridades, para prevenir la circulación de personas y la transmisión del virus, como cierre de escuelas, empresas, centros culturales y numerosas actividades comerciales.
Bajo esta circunstancia, resulta imprescindible que todos sean responsables de la organización del ambiente familiar. Los niños y jóvenes deben planificar su tiempo en función de los estudios para que no se vean perjudicados, sin dejar de tener ratos de sano esparcimiento, que además pueden compartir con el resto de los miembros. Además, buscar cosas nuevas para aprender, independientemente del material escolar.
Los padres no deben descargar su estrés en sus hijos. Es necesario saber discernir cuando es el momento para corregir y cuando debemos guardar silencio y dejar pasar algunas cosas que no tienen real importancia; de lo contrario vivir juntos puede convertirse en una tortura con una inevitable violencia no necesariamente física, pues la psicológica posiblemente provoque un daño mayor y peores consecuencias futuras.
A su vez, los más jóvenes necesitan ponerse en el lugar de las personas mayores, ser conscientes de la carga que siempre pesa sobre ellos y ser capaces de tomar la iniciativa para resolver o disminuir los pequeños problemas del día a día, colaborar en las labores domésticas, en fin, apoyarse mutuamente.
Y como ha ocurrido históricamente, las mujeres por lo general asumen una carga de trabajo doméstico desproporcionada en comparación con los hombres; lo que hace más difícil conciliar trabajo y vida familiar, y ahora en casa esto se multiplica si no se reparten las labores domésticas entre todos, y cada cual asume su responsabilidad. Esto no hace más que resaltar la necesidad imperante de garantizar la equidad de género en la familia.
Este es un momento propicio para repensar y transformar la forma en que funcionan nuestras economías y sociedades, y así fomentar una sociedad más justa y equitativa. Pero la equidad de género debe comenzar a impulsarse en el marco familiar, así como una vida en paz y armonía donde cada uno respete la opinión del otro.
A pesar de que el concepto de familia se ha transformado en las últimas décadas, evolucionando de acuerdo con las tendencias mundiales y los cambios demográficos, la familia constituye la unidad básica de la sociedad. Sirva entonces este y todos los días para crear conciencia sobre el papel fundamental de esta en una adecuada educación de los hijos desde la primera infancia.
Además, promover la concienciación y el conocimiento de los procesos sociales, económicos y demográficos que afectan a la familia. De ella depende que los seres humanos logren integrarse de manera sana y completa en su entorno, y alcanzar niveles de convivencia donde se respeten las reglas y normas que rigen cualquier sociedad.
Sin dudas, la familia ha variado con respecto a su forma tradicional, en cuanto a funciones, composición y rol de los padres. Algunos de estos cambios están relacionados con la modificación del rol de la mujer, quien puede ingresar, o reingresar después de haber tenido hijos, en el mercado laboral, en cualquier etapa de la vida, por lo que se enfrenta a mayores expectativas de satisfacción personal, pero requiere de mucho apoyo y comprensión.
Lo que no debiera faltar es la armonía y la paz, independientemente de las carencias materiales. Es importante compartir intereses, aficiones y preocuparse los unos por los otros; pero sobre todo respetar la diversidad de criterios, los espacios de cada cual, que las diferencias generacionales no sean motivo para acabar con la tan necesaria paciencia, comprensión y amor que necesitamos todos, no solo en tiempos de pandemia, sino durante toda la vida.
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