El gobierno de los Estados Unidos de América a través de la administración de Donald Trump muestra su política egoísta y carente de humanidad, proyectando al mismo tiempo una desacertada imagen universal, por dos razones elementales: primero, la falta de sensibilidad del gabinete de la Casa Blanca al criticar a las brigadas médicas cubanas orientadas a SALVAR VIDAS en naciones que han solicitado ayuda para frenar el avance del COVID-19 que azota al planeta.
Y en segundo lugar y no menos importante, por su irracional política beligerante, basada en amenazas y sanciones contra países soberanos en medio de una gravísima pandemia que precisa más que nunca de solidaridad y cooperación internacional.
Resulta inconcebible que todavía en esta era de civilización existan “Presidentes” como Trump y Jair Bolsonaro, este último de Brasil, quienes anteponen intereses ideológicos, económicos y formas de pensar, antes de la protección de la vida de un ser humano.
Estos y otros señores que en estos complejos tiempos hacen declaraciones absurdas y fuera de toda lógica, parecen provenir de otra galaxia que nada tiene que ver con la realidad de la Tierra en que todos coexistimos.
Es muy lamentable que en circunstancias como las que está atravesando el mundo en esta centuria, y cuando se incrementan los contagios y particularmente hay miles de muertes por este letal virus, (del que no está exento EE.UU. y casi ningún pueblo del globo terráqueo) haya todavía quienes minimicen las consecuencias de la pandemia y continúen con sus estrategias maquiavélicas de bloqueo y sanciones absurdas.
Solo los genocidas pueden sustentar en estos momentos asedios criminales como los que se mantienen contra Cuba, Venezuela, Irán, y otros territorios, cuando la humanidad está inmersa en erradicar el flagelo que invade vertiginosamente al Universo.
Por estos días se vienen escuchando además, denuncias y presentación de pruebas y testimonios que implican al fantoche en desacato Juan Guaidó, desconocido por el pueblo de Bolívar, al gobierno de Colombia y a funcionarios estadounidenses en preparativos de agresión y ajetreos de paramilitares entrenados en la frontera vecina con Venezuela y encaminados a ejecutar actos terroristas y homicidios selectivos contra esa República y sus autoridades, incluyendo ultimar a su presidente, Nicolás Maduro, electo democráticamente en las urnas.
Estas revelaciones que están en algunos titulares y artículos de opinión de medios de comunicación regionales y del orbe, denotan la baja calaña moral y humana de quienes están orquestando estas acciones, en momentos que solo puede precisarse y justificarse colaboración científica y médica entre los Estados, independientemente de la inclinación política y el sistema socio-económico de cada uno.
La soberanía y autodeterminación de los pueblos tiene que ser respetada. La era de las cavernas y los cavernícolas no puede tener vestigios en el siglo XXI.
Hay que aprovechar el desarrollo tecnológico y el intelecto (según posibilidades), y lograr el aporte de más recursos financieros por parte de los países ricos para frenar este mal que se extiende por más de 170 naciones.
Hay que proveer de más médicos, enfermeras, hospitales, test de pruebas de COVID-19, pesquisajes de enfermos y ayuda a los ciudadanos vulnerables donde quiera que estos se encuentren.
Esa premisa debe ser la prioridad de cada gobierno, de la comunidad internacional, la Organización de Naciones Unidas, y convendría fuese también propósito principal de la Organización de Estados Americanos, institución que solo se empeña en derrocar gobiernos como el de Venezuela, y en silenciar bloqueos genocidas, asesinatos selectivos (que acontecen en naciones de la región latinoamericana con gobiernos alineados con Washington), y hace mutismo ante golpes de Estado como el acontecido en Honduras, Bolivia, y en otros territorios de la Patria Grande.