Las cubanas tienen muchas razones para celebrar el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer. La Revolución dignificó a las féminas, antes solo vistas como objeto de placer y sin protagonismo alguno en las principales acciones del desarrollo nacional.
En la actualidad, ocupan un lugar preponderante en la sociedad, están representadas, mayoritariamente, en disímiles ramas del conocimiento. Son dirigentes, diputadas, científicas, maestras, deportistas, médicos, militares, arquitectas, ingenieras, músicos, periodistas, diseñadoras, en fin, no existe una institución del país en la cual no esté presente su abnegada labor.
Un rol preponderante en su valoración lo tuvo sin dudas el máximo líder Fidel Castro y la eterna presidenta de la Federación de Mujeres Cubanas, Vilma Espín. Ambos comprendieron la importancia de enaltecer los valores de las compañeras que de forma constante han estado en la primera trinchera de combate de la Patria.
Desde las gestas por la independencia, en los siglos XIX y XX, su presencia fue decisiva, a veces como enfermeras, otras como combatientes, pero siempre dispuestas a luchar y vencer ante cualquier desafío, por grande que este sea.
En los momentos actuales, en los cuales existe un recrudecimiento brutal del bloqueo económico, comercial y financiero de Estados Unidos, las madres asumen colosales retos, no solo trabajando con mayor eficacia en los planes y programas de desarrollo económico y social, sino además como factor esencial de atención a la familia y los hijos.
Son fuente de iniciativa creadora, generan ideas originales cada día para solventar las carencias que provoca el asedio yanqui en todos los sentidos de la vida cotidiana, fundamentalmente por las dificultades a la hora de adquirir los productos y artículos básicos. El criminal cerco estadounidense intensifica de manera antihumana el déficit de medicamentos y tecnología para la educación, y la salud de los cubanos.