Los cubanos tienen como singularidad ser solidarios, generosos, valientes y de estirpe profundamente patriótica. Luego de siglos de lucha y sacrifico frente al colonialismo y neocolonialismo, precisan vivir en paz y alcanzar la sostenibilidad de su desarrollo, con plena independencia.
Sin embargo, la irracional y criminal política de bloqueo de Washington que data de más de 55 años quebranta los derechos humanos de más de once millones de ciudadanos, entre los que se encuentran niños, mujeres y ancianos.
Resulta vergonzoso que una nación industrializada del Primer Mundo como Estados Unidos tenga una administración como la que preside Donald Trump, empeñada en asfixiar por hambre a una pequeña isla caribeña, muy grande en corazón y espíritu. Pena debía causarle a la Casa Blanca tal aberración, mientras tanto crece la admiración y el respeto hacia Cuba de la comunidad internacional.
A ello se suma el acoso financiero y la imposición de leyes extraterritoriales que vulneran soberanía de naciones de la Unión Europea, Asia, América Latina, Caribe, África y Oriente Medio.
Hablamos de un país donde la inseguridad ciudadana aumenta con el empleo indiscriminado de armas de fuego, el consumo de drogas en calles y escuelas, y también el descontento de sectores contrarios al envío de efectivos estadounidenses a intervenir militarmente en otras naciones. Todo ello daña la imagen del país, y perturba la tranquilidad de familias enteras.
Solo la promoción de auténtica paz, y la convivencia armónica entre los Estados, podrá contribuir a que el mundo sea más seguro y justo.