La administración estadounidense que preside el magnate Donald Trump continúa cometiendo garrafales errores en su política agresiva, hostil y de bloqueo contra Cuba.

Y esa nociva estrategia imperial resulta un agravio para los cubanos y la comunidad internacional que de manera respetuosa del derecho internacional y la autonomía de las naciones mantiene relaciones diplomáticas, culturales, científicas, y comerciales con la Mayor de las Antillas. 

Aquellos oportunistas de la mafia cubano americana entre los que se destacan el señor Marco Rubio, los hermanos Díaz Balart, Ileana Ros y otros de esa camarilla de ultra reaccionarios miamenses (que en nada representan a la inmensa mayoría de ese pueblo) han secuestrado las relaciones entre La Habana y Washington. Y con ello solo han conseguido unir más a los ciudadanos de la Isla, los cuales resisten y enfrentan dignamente el criminal bloqueo que impuso la Casa Blanca, hace más de 55 años.

La reducción de remesas en dólares procedentes de EE.UU. a cubanos residentes en la nación caribeña, así como los intentos de fragmentación de la sociedad decidiendo quienes pueden, o no, recibir divisas de ese país del Norte es una maniobra impúdica, propia de ineptos e inescrupulosos personajes que se han nucleado alrededor del mandatario norteamericano y cuales buscan mayores prebendas y sustentar posiciones, a cualquier precio. 

Este ardid consiste en promover la división entre el sector estatal y el privado lo cual incluye a los trabajadores por cuenta propia, segmento poblacional que no rebasa el medio millón de compatriotas y el cual mayoritariamente de una u otra forma, trabaja en coordinación con instituciones y organismos locales, y provinciales.

Lo que desconoce el señor Trump y su tramoyista servidor, Rubio, es que en este territorio insular prevalece la unidad por miles de razones que los expoliadores del alma de los pueblos no pueden comprender.

Todos los cubanos tienen iguales oportunidades de acceso y participación en las estructuras políticas y socio-económicas del país, así como pueden disfrutar de los servicios de educación y salud gratuitos sustentados por el Estado sin distinción de actividad laboral, credo, ni raza.
Una inmensa parte de los que fungen como cuentapropistas están sindicalizados y tienen derecho a tributar a la seguridad social, esa que en la Isla protege a millones de personas de la tercera edad.

De igual manera sus aportes en impuestos contribuyen a garantizar el presupuesto para solventar decisivas prestaciones a la población y también resultan importantes en la formación de las nuevas generaciones las cuales tienen la posibilidad de alcanzar altos grados de conocimientos hasta conseguir el nivel universitario. También parece ser que en Washington desconocen que en ello no media condición de clase alguna, ni si se es empleado del sector privado o estatal, solo es validada la voluntad de superación individual y disposición de contribuir a delinear un mejor futuro para sus familias y la Patria. 

Los cubanos no podrán entenderse jamás con un gobierno extranjero como el de los Estados Unidos de América mientras este practique una política arrogante, agresiva y abusiva basada en la hostilidad y en absurdas imposiciones orientadas a destruir procesos revolucionarios genuinos como el de Cuba.

Ignoran que esta es una tierra de titanes que decidió sustentar su libertad e independencia, y no reproducir la macabra doctrina neoliberal y explotadora que se aplica en otros pueblos latinoamericanos y del mundo provocando abismales desigualdades, pobreza extrema, violencia y muerte.