La dinámica de la vida suele mostrarnos cómo todo en derredor puede cambiar en cuestiones de segundos, especialmente cuando el escenario está determinado por influencias externas a nuestras predeterminaciones e irrumpe la causalidad de la manera más brutal como nos ocurre en medio de la pandemia SARS-CoV-2, conocida por la COVID-19.

De esta manera entran en vigencia los planes de contingencia (regulaciones sanitarias prevista en fase de transmisión autóctona limitada) previstos por el Consejo de Defensa Provincia de La Habana, el cual acordara retomar el cierre de la circulación de transporte público, restaurantes y bares, playas, piscinas y parques recreativos, de acuerdo con la evaluación del Grupo Temporal de Trabajo que dirige el Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez.

Una vez más las autoridades del Consejo de Defensa Provincial luego de una extenuante jornada de reuniones, contó (prácticamente) con la presencia de los principales titulares de los sectores estratégicos, quienes comparecieron ante ese órgano de la capital.

En horas del mediodía del domingo, –ayer– las regulaciones definían la fase conocida por “CERO”, en la población habanera. De igual forma hemos conocido que en la mañana del sábado, los círculos obreros del litoral oeste de la ciudad-hogar, habían cerrado sus puertas.

En la ciudad es notable el tránsito de personas en busca de alimentos y productos de primera necesidad, en una jornada que será diferente porque no veremos detenido el tiempo como el espacio físico que nos muestra un reloj de arena, sino en la forma que actuemos para regresar al primer paso de la etapa pos COVID-19, conscientes de que un retroceso pudiera resultar el principio de la pérdida del control sobre la cadena de contagios de esta enfermedad.

El anuncio hoy de 93 casos positivos, en Cuba, de los cuales 72 son de La Habana, como resultado de más de 3 000 muestras analizadas, muestra un panorama donde lo que más preocupa a los especialistas es la dispersión de la enfermedad.