Los miles de kilómetros que separan a La Habana de Lombardía parecen nada cuando rompe la conversación, entre risas. El repaso de las ganas de reencuentro esfuma las marcas cartográficas de todos los mapas y reafirma que el verdadero lugar de aquellos a quienes se ama está en el corazón.
Es entonces que Carlos Ricardo Pérez Díaz –el director del Hospital Docente Clínico Quirúrgico Joaquín Albarrán, especialista de I Grado en Medicina Interna, jefe de la brigada médica Henry Reeve que el 22 de marzo arribó a la provincia italiana de Crema para apoyar en el enfrentamiento a la COVID-19–, es solo el esposo, el padre amantísimo, el hombre que este lunes regresa a su Patria y después de 14 días en aislamiento, abrazará a esa familia (pequeña, pero unida) que le saluda al otro lado de un teléfono celular.

Aseguran estar bien luego de la pregunta que se han estado haciendo unos a otros desde que Carlos comunicó que debía partir una vez más al exterior a cumplir con su deber, como había hecho en dos ocasiones a Chile y una tercera a África; la misma interrogante que su esposa, Yanet González Regalado, le hace todos los días a su hija Melissa cuando llega a casa luego de participar de las pesquisas poblacionales, cumpliendo con lo que la misma muchacha asegura como su deber, en calidad de estudiante de 2do. año de Medicina. Es esa y no otra la pregunta que la madre también debe responder pues sabe que su trabajo actual, en una pequeña sala de clasificación de enfermedades respiratorias, como enfermera del sistema de atención primaria de Salud también conlleva riesgos de transmisión.
Son estos tres habaneros los cohesionados vértices de un triángulo fundado en el amor a la vida, ese que les hace compartir la vocación hacia el socorro y les confiere, ante todo, confianza en sí mismos, consideración ante las responsabilidades y apoyo a toda costa. Son tres que representan a un país garante de la solidaridad que fomenta el humanismo en todas sus expresiones.
Ahora, la sala donde ambas mujeres aseguran extrañar a Carlos más que a nada en el mundo, pero felices y orgullosas de quien traerá de vuelta a sus hogares a todo su equipo –36 médicos y 15 enfermeros– sin haber debido lamentar contagios, vuelve a embriagarse del olor a café recién colado que los une cada tarde cuando todos regresan a casa y conversan sobre la jornada.
Melissa sabe que estos son momentos difíciles y muchas son las imágenes que perdurarán en su memoria, pero afirma ser la de su padre marchando la más vívida, causante de tantas emociones, en aquellos días de incertidumbre, cuando solo el saberse unidos por la fuerza de los sentimientos fue más fuerte.
La distancia se acorta, gracias al desarrollo de las comunicaciones pueden no solo hablar por teléfono, sino mirarse a través de su pantalla y aventar besos al aire que surcando los mares logran posarse en las mejillas-destinos. Y avanzarán las horas y el avión que traerá a los héroes de batas blancas de vuelta deja en el cielo la estela de agradecimiento del pueblo italiano. El tiempo parecerá dilatarse por las ansias, pero puntual, aterrizará la nave y Yanet y Melissa sabrán a Carlos en casa, en la grande llamada Cuba. Será necesario esperar un poco más para tenerlo a su lado y saldar de una vez la deuda de abrazos y conversaciones. La pregunta, quizás, vuelva a formularse: “Y ustedes, ¿están bien?”. Creo que todos sabemos la respuesta.

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Qué familia indispensable y sus sentimientos perfectamente descriptos por ti, con tus palabras certeras. Gracias por la nota y gratitud por la etiqueta, Claudia!!