El tiempo se detiene o gira las manecillas del reloj más lento para muchas personas, quienes se han visto obligadas a resguardarse en sus casas hasta que pase la pandemia. Sin embargo, el cambio de realidad no se aplica a los profesionales de la salud cubana, dentro o fuera del país, los cuales redoblan sus esfuerzos y se trasladan a sus centros laborales para combatir a la COVID-19.
Máxime los médicos cubanos en Lombardía, Italia, quienes han tenido que aprovechar cada minuto para asumir retos como apropiarse de otro idioma, adaptarse a la idiosincrasia y salvar vidas humanas.
Así lo constató Mayrelis García Hernández, graduada de Microbiología en la Universidad de La Habana, empleada del Centro de Investigaciones Médico Quirúrgicas (Cimeq) desde su graduación y esposa de Juan Jesús Luis Alemán, uno de los doctores que enfrenta al nuevo coronavirus en la hermana nación.

“Tuve miedo de que se fuera”, destaca la cónyuge con sinceridad, cuando habla acerca de la misión internacionalista y el riesgo asociado a esta enfermedad, “pero lo apoyé pues siempre nos hemos apoyado y contamos el uno con el otro para tomar las decisiones”.
El temor no la abandona a pesar de las previas seis misiones de Luis Alemán, integrante de la brigada Henry Reeve, en varios países como Venezuela, Guatemala, Dominica y Liberia; esta última en la lucha contra el ébola. De hecho, cuando García compara al ébola y al coronavirus se atreve a decir que afrontar a ambos requiere de una gran percepción de riesgo, “pero el ébola estaba circunscrito al lugar donde ellos trabajaban, a la zona roja o de peligro, y cuando salían de allí todo estaba bien.
“Ahora no. Trabajan con los pacientes (positivos al virus) en su hospitalito de campaña y cuando salen deben seguirse cuidando porque no sabes quién pudiera estar contagiado”.
Una mezcla de comprensión y orgullo contrasta con la preocupación de la familia, la cual mantiene comunicación constante gracias al desarrollo de las tecnologías. Mediante las pláticas el doctor les relató cómo, al principio, el idioma fue una barrera compleja y una enfermera cubana, que llevaba tiempo trabajando allá, les sirvió de intérprete, hasta adaptarse a la lengua.
De igual manera, “cuenta que son pacientes muy demandantes. Ellos (brigada médica) tenían lo mismo que cargarlos, llevarlos al baño, tomar muestras, que apoyar al personal de enfermería, el cual era poco y no daba abasto.
“Ha sido una experiencia muy gratificante, única e impactante pues los pacientes del primer mundo están acostumbrados a una atención de excelencia, igual a la que brindamos en Cuba…a la par que se enfrentan por primera vez una pandemia”.
Al decir de Luis el pueblo está muy agradecido, son personas que realmente aprecian lo que ellos fueron a hacer y reconocen la solidaridad de nuestra Patria por enviar médicos a Europa.
“Nos podemos dar ese privilegio pues somos una potencia médica”, recalca su esposa, contenta con la aclimatación de los colaboradores, a lo cual se le suma “el cariño que profesamos los cubanos”.
Dentro del hogar

Mayrelis y Juan Jesús llevan más de 20 años de casados, y ella describe como bien movido el tiempo juntos entre misiones, casa, dos hijas, trabajo y guardias. Por azares de la vida, además, “cada vez que sale de misión aparece un problema y, por supuesto, es más carga para mí y las niñas”.
La distancia es compleja. Los integrantes del hogar comprenden el significado de la partida hacia otras tierras, mas Luis “se hace sentir y extrañar. Él siempre apoya a la familia, cocina, lava, limpia, se sienta con sus hijas…”, recuerda su pareja, quien no está segura de que esta misión en Italia sea la última e incluso estará de acuerdo si vuelve a partir. “Me casé con un médico”, agrega rotunda.
La felicidad que supone el deber cumplido del doctor llega hasta la hija menor de 10 años, Carolina Luis García, la cual añora jugar al futbol con él, pero no se queja y envía como mensaje: “Papá cuídate mucho, te extraño y espero aquí”.
La mayor, Thalia Luis García, por su parte expresa: “Siento bastante su ausencia pues prácticamente desde que nací mi papá ha estado viajando a misiones.
“Es un poco duro cuando eres una niña porque no lo entiendes y choca la idea de que se tenga que ir. Cuando uno va creciendo se va dando cuenta de que es por el bien de los demás, por ayudar a quienes lo necesitan, y te pones en su lugar”.
Tal es el respeto de Thalia hacia esa profesión y su progenitor que cursa en estos momentos 1er año de Medicina en la facultad Manuel Fajardo y ayuda al enfrentamiento de la COVID-19 con pesquisas en su municipio de Plaza de la Revolución.
Una persona más completa el cuadro familiar, la suegra de Luis, Carmen Hernández Díaz de Roche, quien no ha fallado ni una vez si de ayudar se trata, en especial, durante las estadías del médico en otros países. La señora, hipertensa y de 70 años reside en la casa desde el comienzo de la pandemia, si bien vive sola en otra localidad, y no esperaba que el apoyo, en esta ocasión, fuera más que mutuo: “No salgo a ninguna parte, me tienen trancada”, comenta a modo de broma, pues sabe que en su hogar se predica con el ejemplo y ella forma parte de la población de alto riesgo a proteger.
Honor a quien honor merece
Ondina Gómez Nario, profesora de enfermería, investigadora y enfermera de un consultorio médico de la familia del Policlínico Universitario “Héroes del Moncada”, labora con Luis Alemán desde hace 22 años y lo reconoce como un médico muy humano, capaz de hacer lo que haga falta, ya sea “un proceder en una casa, ingresar a un paciente con amabilidad, cumplir misiones en el extranjero, trabajar en la etapa intensiva del dengue en Cuba…”.

Cuando ella llegó con sospecha de paludismo de África, fue remitida directamente para el Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí, IPK, donde el doctor se encontraba de guardia. “Estaba llorando. Llevaba tres años sin ver a mi familia y loca por llegar a casa -como se dice popularmente-. Me colgué de su cuello dando gritos. (…) La gota gruesa me dio negativo y en una ambulancia me llevaron hasta mi hogar.
Esta anécdota jamás la olvidará Ondina Gómez pues fue el doctor quien hizo hasta lo imposible porque los resultados de las pruebas salieran lo antes posible y en breve ella regresara a ver a sus seres queridos. “Es muy sencillo y ayuda a cualquier persona sin distinción de raza, sexo o edad”, asevera.
Opiniones similares comparten miembros de su comunidad en Plaza y tomándolo como ejemplo y referencia gritan a las 9 de la noche: ¡Vivan los médicos cubanos! ¡Viva el doctor Alemán!; frases acompañadas de agitados toques en superficies metálicas por parte de Carolina, quien descarga la energía acumulada en el día y honra a su papá.
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