Como lo primero ha de ser lo primero, este trabajo arranca con el mensaje que el soldado José Amica González quiso trasmitir a los de casa: “Extrañamos un poco, pero estamos bien. Nos cuidan y nos cuidamos. Un abrazo saludable desde la distancia, que solo podremos darnos cuerpo a cuerpo, otra vez, con la prudencia de ustedes y nosotros”.

Soldado José Amica González Foto: Roly Montalván

Amica es uno de los tantos jóvenes capitalinos que ahora mismo forman parte de los combatientes de la Unidad sede del Estado Mayor de la Región Militar Habana, llamados a filas del Servicio Militar Activo cuando arribaron a los 18 años de edad.

Aunque él apenas tiene 19, transmite la impresión de ser muy serio. Ahora, en tiempos en que la COVID-19 puede acechar a la vuelta de cualquier esquina, además del habitual uniforme, lleva nasobuco.

“Muy molesta –dice en referencia a la mascarilla protectora-, sin embargo, imprescindible en las actuales circunstancias”. Todo el personal cuenta con las suficientes para garantizar una rotación tan frecuente como la propia vida dicte, pero nunca más allá de las tres horas, y también con los recursos y las condiciones para lavarlas, desinfectarlas y secarlas al ardiente sol que Cuba puede disfrutar, explica Amica.

El respeto y la exigencia con el cumplimiento de las medidas para prevenir el contagio y trasmisión de la COVID-19 mandan, pero nada ha cambiado en las unidades: preparación combativa, orden y limpieza. Foto: Roly Montalván

Cuando José Amica González dirigió palabras tranquilizadoras hacia su gente lo hizo también para la gran familia que somos todos los que vivimos en La Habana, porque “en todas las unidades militares del territorio impera el mismo régimen de vida, desde que apareciera la pandemia”.

Lo afirma la doctora Inalvis Harriette Elías, jefa de Asistencia Médica de la Región. La encontramos en el Puesto de Mando, habilitado desde que hiciera su aparición la contagiosa enfermedad. Desde aquí, durante las 24 horas del día, un Grupo Integral de Trabajo, en conexión con sus similares creados en el resto de las unidades de RM, sigue, monitorea y controla, en tiempo real, cualquier incidencia que al respecto pueda darse.

Y llamadas a erigirse barrera de contención frente al nuevo coronavirus, las providencias van desde dejar una sola puerta de entrada y salida al campamento e inhabilitar las otras, hasta la desinfección de los carros –incluida las gomas-, el armamento, los teléfonos y cuanta superficie sea objeto de contacto con el personal, además del lavado frecuente de las manos, con jabón o detergente y agua clorada.

Incorporada a la rutina diaria de la vida de las unidades, la desinfección de manos y zapatos, con solución de agua clorada, tanto a la entrada del campamento como de cada una de las áreas cerradas, alcanza la categoría de ritual previo ineludible. Foto: Roly Montalván

Cuando uno conoce del acuartelamiento obligatorio y riguroso, decretado para todos los soldados, con la irrupción misma del mal, y ve la esterilización de manos y suelas de los zapatos, a la entrada del dormitorio y el comedor, el distanciamiento personal, a seguir y respetar, a la hora de moverse dentro de la unidad, recibir clases, ver la televisión y hasta comer y dormir, da la impresión que, tal vez, las unidades militares sean los lugares más seguros para estar a salvo de contagiarse con la COVID-19.

Lo son además porque unido al pesquisaje y el examen médico diario a todo el personal, el reforzamiento de la alimentación, probablemente porque hasta los más disciplinados, si de nasosbuco se trata, bajan la guardia al llegar a casa, y aquí, excepto para dormir, bañarse y comer, su uso es permanente.

Desde el Puesto de Mando, dada su condición de integrante del Grupo de Trabajo creado para atender todo lo relacionado con la COVID-19, la Dra. Inalvis sigue las incidencias en todas las unidades de la Región, al tiempo que insiste en la necesidad de exigir y ser intransigentes porque “un transgresor puede arruinarnos todas las medidas que se han tomado”. Foto: Roly Montalván

Y tras explicar que ahora a las mesas -mucho más distanciadas entre sí como también las camas en los dormitorios-, se sientan cuatro comensales en las diseñadas para seis y dos, en las pensadas para cuatro, el gastronómico Francisco Miguel González Sotolongo, fue quien me dio la clave para entender lo mismo tanto la exigencia de una parte como respeto y disciplina, de la otra: “Sólo así será posible frenar al nuevo coronavirus y mantener reducido al mínimo la posibilidad de contagios”.

Con toda intención quedaron reservadas para el final, las dos mejores noticias. La primera, la dieron por separado tanto el coronel Juan Antonio López Delgado como el teniente coronel Adan Álvarez Díaz, jefe de Operaciones y segundo jefe de la Sección Política, de la RM, respectivamente.

Coronel Juan Antonio López: “Los planes de preparación combativa se mantienen, solo han reajustado a fin de cumplir las normas higiénico-sanitarias”. Foto: Roly Montalván

Y lo dicho por ellos se resume de la siguiente manera: en las unidades que conforman la RM, tal vez, las actuales circunstancias no permitan unir lo útil a lo agradable, como sería lo ideal, pero han dispuesto las cosas de manera que se cumplan estrictamente los requerimientos higiénicos-epidemiológicos sin dejar de consumar ninguna de las tareas recogidas en los planes de preparación del personal, con lo cual han puesto de la mano lo útil a lo sagrado: preservar la salud e incluso la vida del personal y mantener altos niveles de preparación y disposición, combativas.

La otra halagüeña confidencia corrió a cargo de la Dra. Inalvis: “Transcurrido algo más de un mes de haberse confirmado el primer caso de la COVID-19 en el país, ninguna de las unidades de la Región Militar Habana reporta casos positivos”.