Para que la pandemia del COVID-19 no siga expandiéndose por el mundo, cobrando nuevas víctimas a cada instante, y en cada sitio, hay quienes deben poner en riesgo sus propias vidas. Ellos permanecen alejados de sus familias, con sus caras ocultas tras una “máscara” de tela.
Miles serían las experiencias dignas de ser contadas y los semblantes que merecen salir a la luz. Tribuna de La Habana les propone develar, sin quitar el nasobuco de sus rostros, el alma de dos de los cubanos que hoy trabajan en los Centros de Aislamiento para la Vigilancia Epidemiológica.
LAS DAMAS PRIMERO
“Estamos cumpliendo con nuestro deber como profesionales de la salud, que es dar nuestra ayuda solidaria para poder prevenir esta pandemia”, comenta Nuria Rivero Martínez, directora de la Residencia Estudiantil Doctor Fermín Valdés Domínguez, en el Cotorro, instalación convertida por estos días en Centro de Aislamiento para la Vigilancia Epidemiológica.
El simple hecho de estar lejos de la familia constituye un elemento estresante para cualquier persona, máxime cuando la tarea que se asume entraña un alto riesgo para la salud personal, como es el caso. Sobre ese particular, explica: “Es uno de los elementos que impacta. Pero la familia está plenamente convencida de la necesidad del trabajo que hacemos, y de la disposición que tenemos durante este proceso para prevenir la expansión y transmisión de la COVID-19 en nuestro país, garantizando la seguridad de nuestro pueblo”.
“Ese un principio inviolable y mi hijo, joven, adolescente, estudiante de la CUJAE, está claro de ello, y lógicamente preocupado, pero convencido que estamos donde nos corresponde. Este es el lugar y el momento donde nos toca estar. Tomando todas las medidas de protección, junto a un grupo de trabajadores incondicionales que conformamos una gran familia que apoya todas las actividades. Aquí no existen límites a la hora de hacer cualquier tarea, pero siempre con el principio de la prevención y del uso de los medios de protección, porque también tenemos la responsabilidad de cuidar a nuestros trabajadores que están aquí junto a nosotros, cumpliendo con esta hermosa labor de prevención. El éxito de nuestra misión es lograr que nadie salga enfermo”.
Para Rivero Martínez el trabajo que realiza el personal de la salud cubana en estos momentos es “una misión de amor y de mucha entrega por la necesidad que tiene el país y su tradición de no abandonar nunca a ninguno de sus hijos. Justamente los que están hoy aquí son hijo de la Patria, esos cubanos que se encuentran en el exterior por diferentes conceptos, sea por misión de trabajo, por visitas, o por cualquier otro motivo. Se trata de cumplir con un principio de humanidad que nuestra revolución siempre ha sostenido y lo que hoy estamos desarrollando.
EL DOCTOR ZURITA ZURITA TIENE PALABRA LOS HOMBRES
El doctor Fernando Zurita Zurita, quien funge como director adjunto para la asistencia médica en el Centro de Vigilancia Epidemiológica del Cotorro explica que: “Ante la presencia de la COVID-19 en Cuba, fuimos llamados a estar presentes en este centro como director adjunto. Aquí, pese a los años con que contamos en la Salud Pública, hemos ganado en experiencia, primero en lo referente a esta enfermedad y en su manejo, y además, a su comportamiento tanto en el extranjero como en el país.
“A pesar de estar en Cuba, constantemente estamos recibiendo llamadas telefónicas, mensajes de SMS, por Facebook, señales de aliento de familiares, amigos y compañeros de trabajo. Ello nos demuestra la preocupación existente por las personas que se encuentran fuera de estas instalaciones sobre lo que pueda estar sucediendo con nosotros. Nos preguntan qué necesitamos, y nos dicen que lo que estamos haciendo es muy necesario. Eso nos da fuerzas para todos los días hacer nuestro trabajo.”
“Esto que estamos haciendo aquí es una tarea humanitaria y necesaria para el país, para el mundo, y para esas personas que vienen de una zona peligrosa. Nuestra labor es garantizar que no se enferman, y en caso de suceder sean curados para que sus familiares no se contaminen con este tan peligros virus.”
“Es una experiencia única. Yo he cumplido misión internacionalista y en estos momentos me siento como si estuviera en otra, a pesar de estar acá, cumpliendo una misión interna, o nacional, como se le quiera llamar”.
Al indagar sobre cómo ha sido su vida en esta etapa en el Centro de Aislamiento, responde: “Desde el día 23, cuando abrió la instalación, nosotros estamos aquí sin ir a nuestras casas. Los primeros viajeros los recibimos el 24 a la una de la madrugada y hasta el momento no hemos parado de trabajar. Todo el tiempo estamos al tanto de ellos, de su observación y vigilancia epidemiológica. Nosotros no tenemos contacto con el exterior, salvo por el teléfono”.
“Durante estos 14 días permanecemos aquí, junto con los viajeros. Después pasaremos a un periodo de vigilancia de otros 14 días. La familia está muy preocupada, pero como siempre, ellos saben de la importancia del paso que hemos dado, lo cual es algo que está dentro de nuestros principios, tanto sociales como profesionales. Cuando uno se hace médico, lo es para toda la vida”.