La Habana, en su condición de capital, ha dispuesto medidas que implican una alta responsabilidad de cada ciudadano en correspondencia con las orientaciones de las autoridades sanitarias, las indicaciones de la máxima dirección del país y las medidas adoptadas por el Consejo de Defensa Provincial.

Sin embargo, a pesar de los esfuerzos y recursos empleados por el Estado para enfrentar la Covid-19, aunque se advierte una percepción de riesgo, todavía muchas personas mantienen una actitud de normalidad fuera de sus viviendas en actividades, lo cual no se corresponde con la emergencia sanitaria frente a la pandemia. Vulnerabilidades como el no respetar el distanciamiento social, resulta el “combustible” para este nuevo coronavirus y, en consecuencia, la extensión del contagio.

Precisamente La Habana es la provincia de mayor concentración urbana de la nación, con una población de tránsito que supera la cifra de residentes de algunos municipios del interior del país; pero, además, posee territorios de alta densidad poblacional, apenas delimitados por avenidas de gran circulación. Nos referimos a: Centro Habana, La Habana Vieja, Plaza de la Revolución y Playa, donde también funcionan buena parte de los hostales para el alojamiento de turistas e intensidad de servicios gastronómicos y comerciales, tanto del sector estatal como de trabajadores por cuenta propia.

Si bien es cierto que muchas personas deben acudir a realizar compras, es imprescindible mantener las indicaciones de utilizar medios de protección individuales y la separación de un metro entre cada ciudadano. Los responsables de las unidades de ventas tienen que extremar las precauciones para evitar el contacto con quienes presentan cualquier síntoma de afección respiratoria.

Por supuesto, la desconcentración en el comercio de alimentos y de otros productos básicos (en estos momentos) como los medios de aseo, exige de la aplicación de una estrategia adecuada, lo cual posibilitaría reducir la presencia del público que abarrota estas instalaciones.

La decisión de establecer una programación televisiva adecuada ofrece la posibilidad de continuar la preparación escolar y la posibilidad de interactuar en familia, especialmente cuando los más jóvenes deben permanecer en casa, para evitar convertirse en portadores (en algunos casos, asintomáticos) de una enfermedad que pudiera entrar en nuestras viviendas, extenderse en el barrio y colocar en riesgo a todos los que habitamos esta urbe compartida por todos y para el bien de todos.