Cuba se enfrenta a un desafío energético crucial en medio de un panorama global que prioriza la sostenibilidad y la reducción de emisiones. En 2022, el país dependía en un abrumador 96% de fuentes fósiles para su generación eléctrica, mientras que apenas un 4% provenía de energías renovables. Esta situación refleja no solo una vulnerabilidad estructural, sino también la urgencia de una transformación radical en su matriz energética.

Cuba busca aumentar su potencia fotovoltaica para este 2025. Foto: Cortesía de Laboratorio de Fotovoltaica

Con miras al año 2030, Cuba ha delineado un ambicioso plan de transición que busca reducir su dependencia de combustibles fósiles en un 63%, aumentando la participación de las energías renovables hasta alcanzar un 37%. Este cambio implica un notable crecimiento en la capacidad de generación eólica, que se proyecta en 734 MW, y fotovoltaica, que alcanzará 2266 MW, mientras que la hidroeléctrica se mantendrá casi estable. Además, el compromiso internacional del país de alcanzar un 24% de energías limpias subraya su intención de alinearse con las metas globales de sostenibilidad.

A medida que Cuba navega por este camino, la transición energética no solo se presenta como una necesidad imperante para asegurar su futuro energético, sino también como una oportunidad para fortalecer su posición en el contexto internacional y contribuir a la lucha contra el cambio climático.

El compromiso internacional pide alcanzar un 24% de energías limpias, Cuba pretende llegar a esa fecha con un 37% . Foto: Cortesía de Laboratorio de Fotovoltaica

La transición energética de Cuba no solo es una necesidad, sino también una oportunidad de transformación económica y social. En la última década, el país ha experimentado un notable incremento en su potencia fotovoltaica instalada, que se ha multiplicado por trece. Este avance indica el potencial de las energías renovables para cambiar el panorama energético nacional. Con una proyección de incrementar la potencia instalada ocho veces en los próximos siete años, Cuba se posiciona en la vanguardia de la sostenibilidad energética en la región.

La primera etapa de este ambicioso plan contempla la instalación de 2000 MW de potencia en 92 parques solares fotovoltaicos. En esta fase inicial, se espera culminar con 1000 MW distribuidos en 46 parques a lo largo del país, además de 100 MW de sistemas de acumulación que garantizarán la estabilidad del sistema eléctrico.

Esta fase está programada para finalizar en mayo de 2025, mientras que la segunda etapa, que también abarcará 1000 MW, se espera que concluya en 2031. Este esfuerzo no solo aliviará la presión sobre el sistema energético nacional, sino que permitirá generar energía de fuentes renovables durante el horario diurno, lo que se traduce en un ahorro significativo de 750 mil toneladas de combustible que dejarán de ser consumidas.

En este contexto, uno de los centros destacados en la capital es el Laboratorio de Fotovoltaica, un espacio académico de investigación, innovación y formación que pertenece al Instituto de Ciencia y Tecnología de Materiales (IMRE) y a la Facultad de Física de la Universidad de La Habana. Este laboratorio, conformado por un equipo multidisciplinario de profesionales de la Física, ingenierías y diseño industrial, se dedica a la investigación fundamental y aplicada, así como a la formación de recursos humanos en fotovoltaica y temas afines. Además, participa activamente en colaboraciones internacionales y en la conceptualización de la política de transición energética en Cuba.

Laboratorio de Fotovoltaica de la UH. Primer centro STAR de América Latina y el Caribe. Foto: Cortesía de Laboratorio de Fotovoltaica

El laboratorio ha trazado un mapa de ruta tecnológica y una cartera de proyectos que abordan líneas principales de trabajo relacionadas con materiales sostenibles, dispositivos nanoestructurados, evaluación de la calidad fotovoltaica y entrenamiento especializado. Su reconocimiento como centro STAR-C (Solar Technology Application Resource Center) por parte de la Alianza Solar Internacional refuerza su posición como un actor clave en el desarrollo de tecnologías solares en el país.

El laboratorio de fotovoltaica ha formado alianzas estratégicas con diversas entidades y actores del ecosistema de ciencia e innovación de Cuba. Entre las organizaciones que conforman esta alianza se encuentran la Fundación Universitaria de Innovación y Desarrollo (UH), el Grupo Nacional de Universidades para las Fuentes Renovables de Energía y la Eficiencia Energética (GNUFRE), el Ministerio de Energía y Minas (MINEM), la Unión Eléctrica (UNE), el Grupo de la Electrónica (GELECT) y la Alianza Solar Internacional (ISA). Estas entidades trabajan de manera conjunta para impulsar y facilitar el proceso de transición energética en Cuba, con el objetivo de avanzar hacia un modelo más sostenible y eficiente en el uso de los recursos.

El centro ha desarrollado capacitaciones con profesionales de todo el país. Foto: Sheryl Márquez Vega

Sin embargo, este camino hacia la sostenibilidad no está exento de retos. Uno de los principales obstáculos será la necesidad de contar con una fuerza laboral capacitada y suficiente para llevar a cabo la instalación de los 2000 MW proyectados. La coordinación entre los diferentes actores y sectores involucrados en la estrategia es crucial para el éxito del proyecto. Además, se requerirá reforzar la infraestructura de calidad, lo que incluye normas, mediciones, ensayos, certificación y acreditación, para asegurar que los nuevos sistemas funcionen de manera eficiente y segura.

Desde un punto de vista técnico, la estabilidad de la frecuencia y la regulación de la tensión también representan desafíos significativos que deberán ser abordados. La implementación de soluciones innovadoras y la conexión con centros de investigación y universidades serán fundamentales para superar estos obstáculos. La visión integral que contemple aspectos técnicos, económicos, medioambientales y de sostenibilidad será esencial para el éxito de la transición.

Cuba tiene la oportunidad de convertirse en un referente en la región en materia de energías renovables, no solo por su compromiso con la sostenibilidad, sino también por su capacidad de innovar y adaptarse a los nuevos desafíos globales.

La transición hacia un modelo energético más limpio y eficiente no solo beneficiará al medio ambiente, sino que también abrirá nuevas posibilidades de desarrollo económico y social para la nación. En este contexto, la mirada hacia el futuro se presenta llena de esperanza y determinación.

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